lunes, 25 de febrero de 2008

Los intereses del desinteresado

Hice grandes esfuerzos por ayudar a la gente hasta que en mi análisis apareció la palabra «esclavista». Ahí me di cuenta que lo que trataba de hacer era generar en los otros deudas de gratitud casi imposibles de pagarme.

La otra cara de la luna estuvo milenios sin ser descubierta pero la intención más profunda de los seres humanos parece mucho más cerca y sin embargo es más desconocida.

No solamente la filantropía encierra el secreto deseo de conseguir beneficios especiales para cuando tengamos que hacer el trámite (imaginario) del Purgatorio sino que también somos estimulados por esta ambición mucho más terrenal y con resultados bien concretos.

La solidaridad consiste en un complejo sistema de créditos y débitos, de ayudas (que parecen) desinteresadas y recompensas (que parecen) inesperadas. Cuando alguien da las gracias intuye que ésta no es más que el reconocimiento de su deuda, con vencimiento incierto y que el acreedor procurará cobrar cuando se le antoje y con los intereses que se le plazcan.

Es un turbio sistema de intercambios que sin embargo aporta tantas satisfacciones a los participantes que difícilmente dejará de existir algún día.

Este artículo sólo sirve para tener en cuenta en qué consiste disfrutar de ese placer, no para interrumpirlo sino para poder disfrutarlo a conciencia, como quien fuma o practica sexo casual sin preservativo.

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8 comentarios:

Anónimo dijo...

No se si quiero saber todo esto. Lo paso bien cuando puedo ayudar a un amigo y no le doy tantas vueltas.

Anónimo dijo...

El sicoanalisis se mete donde no lo llaman y opina cuando no le preguntan. Si fuera verdadero todo lo que dicen, me importa tanto como si algún día se confirma que existen los marcianos. Mientras no me molesten, que existan todo lo que se les antoje.

Anónimo dijo...

Deuda de gratitud es la que yo tengo con mis padres. Ellos hicieron tremendos sacrificios para que yo y mis hermanas pudiéramos tener todo lo necesario. Les tengo un amor enorme y entre todos los cuidamos personalmente hasta que se murieron muy viejitos.
NO creo para nada que ellos hayan hecho todo lo que hicieron por nosotras para tener una vejez protegida. Eran así, amorosos, trabajadores, protectores, incansables, desinteresados, silenciosos.

Anónimo dijo...

Llega un momento que después de tanta vuelta, tanta escalera caracol, uno se detiene en el quinto piso, mira para abajo y dice: no vale la pena pensar tanto

Anónimo dijo...

Lo que faltaba ahora es hablar en contra de la solidaridad. Invente primero una escala de valores y después tire la vigente.

Anónimo dijo...

lo que dice Mieres es muy revolucionario. trato de imaginar un ámbito donde pudiese ser escuchado este hombre, sin provocar resistencias y no me lo imagino.

Anónimo dijo...

pretendo sentirme bien conmigo misma, no diluírme, manteniendo cierta identidad en la que creo y que por cierto no elegí. no podemos elegir prácticamente nada, pero tendemos a mantener una identidad porque sino todo sería muy confuso. si se trata de obtener la mayor cantidad posible de momentos de alegría, no veo que la confusión ayude.

Anónimo dijo...

La solidaridad a veces puede traer la esperada recompensa de la amistad. Vale la pena. Es dar y recibir, comprar y vender, nacer y morir ¡cuál es el misterio!