domingo, 3 de febrero de 2008

Neurotransmisores – Gragea Nº 38

El tiempo que uno se toma en elegir dónde guardar algo es inversamente proporcional al tiempo que uno deberá tomarse para encontrarlo.

Por ejemplo: la garantía de un nuevo televisor deberá guardarse donde se guardan todas las garantías, pero si no existiera este lugar, habría que guardarlo donde se guardan todas las facturas, pero si no existiera este lugar, habría que guardarlo en algún lugar visible del propio televisor o, en su defecto, pegarle una pequeña etiqueta que diga: «La garantía está en el cajón derecho del aparador de la cocina.»

De no tomarnos estas pequeñas molestias el mismo día en que tomamos la trascendente decisión sobre dónde guardarla, luego perderemos mucho tiempo buscándola o, directamente, daremos por perdida a la referida garantía (junto con todos sus derechos a reclamarle al fabricante).

Conclusión: Si uno gasta menos del tiempo suficiente para tomar una decisión luego gastará más del tiempo suficiente para enmendar las consecuencias.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Este tema no me importa para nada en cuestiones de garantía porque nunca compro nada pero es muy cierto con el tema de donde guardar los archivos de mi computadora.

Después de volverme loco varias veces, opté por guardar el mismo archivo en varios lados.

Aún así el Buscador de Windows no me sirve porque no logro encontrar las palabras clave más adecuadas.

Anónimo dijo...

Cuando tomé un curso para reparar computadoras, el profesor siempre nos decía que la mitad del tiempo que uno gasta en hacer una reparación se consume en encontrar lo que dejó por cualquier lado cuando empezó a desarmar la CPU.

Era divertido ver como nosotros empezábamos a sacar pieza tras pieza y la íbamos poniendo arriba de la anterior, ocultándola sin darnos cuenta, pero que luego se volvía algo desesperante encontrar la arandela, el tornillito, el tope y todo lo que fuera más pequeño que el resto de las piezas.

Ahora que leo el post lo recuerdo claramente pero jamás pude someterme a ese orden insoportable. Capaz que cuando sea un viejo de 50 años tenga la paciencia.

Anónimo dijo...

La conclusión en rojo parece que se refiriera a algo más general y no tanto a dónde guardar lo que algún día necesitaremos encontrar.

Digo esto porque no creo que el psicólogo (tan audaz en tantas propuestas innovadoras) pregone que uno se la pase pensando sin tomar resolución.

Yo que él, reformularía el último párrafo. Se la dejo como idea, y sin cargo eh :-)

Anónimo dijo...

Para mi será inversamente no sé qué, pero no me vengan a pedir que me ponga a pensar en esa estupidez porque eso es bien cosa de viejos que no tienen ya nada más para pensar.

A mi me gusta dejar todo tirado en cualquier lado, que mi vieja se quede afónica gritándome como una loca y que el día que lo necesite, tenga la suerte de encontrarlo enseguida y demostrarle a todos los ordenados como usted, que se puede ser desprolijo y vivir bien igual.

El orden es aburrido, estúpido, propio de máquinas que no piensan.

Anónimo dijo...

¡Error señor psicólogo! Yo estoy casado porque soy desordenado y si fuera ordenado como usted dice, habríamos dos personas solitarias en el planeta.

Uno de los motivos por los que amo a ella es que no me regaña cuando dejo las cosas en el exacto lugar donde dejé de necesitarlas. Ella, la guarda. El día que vuelvo a necesitarla aparece la necesaria comunicación que tanto escasea entre las parejas y le pregunto: "¿Habeis visto mi alicate?" y ella me dice: "Acá lo tienes, amor mío".

El enamoramiento que siento yo por esta mujer es la envidia de muchas de sus amigas y sólo tiene que guardar en algún lugar adecuado algunas cosillas que yo deje por ahí.

¿No es este un buen motivo para consolidar una relación amorosa?

Anónimo dijo...

muy sabio el párrafo en rojo, no lo reformule