miércoles, 6 de febrero de 2008

Neurotransmisores – Gragea Nº 41

Hasta que no me enteré en mi tratamiento psicoanalítico que yo era muy envidioso, no me había dado cuenta de que todo el mundo me hablaba de sus miserias, aún aquellos que gozaban de una inocultable prosperidad.

También existen comunidades envidiosas. Países. Grupo de países. Pueden llegar a ser culturas enteras las que no toleran ver en los otros el progreso material, o la buena salud, o la familia armoniosa, o los títulos alcanzados luego de mucho estudio.

Hasta donde he podido observar la gente que no para de quejarse de los que se quejan, no se detienen ante algún espejo sincero que les informe sobre cómo son ellos los que provocan que todo el mundo les oculte aquello que su envidia podría llegar a estropear.

Este fenómeno se parece al «efecto Rosenthal» que tiene que ver con la influencia que ejerce la expectativa del observador sobre el observado. En este caso, si uno desea lo que el otro tiene, el otro tratará de protegerse disimulando su bienestar.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

En Uruguay es horrible cómo todo el mundo miente. A todo el mundo parece irle mal, especialmente a los que les va muy bien. Nunca había pensado que quizá seamos los envidiosos quienes estamos amenazando robarles, aunque sin darnos cuenta.

Anónimo dijo...

A mi que me disculpen pero todo el mundo habla mal de la envidia como si fuera algo que le pasa a los demás menos a ellos. MENTIRA Todos de alguna manera deseamos tener lo que nos damos cuenta que nos falta y que si lo tuviéramos seríamos más felices.

No me trago la historia de que hay gente que no se fija con deseo en lo que otros tienen y élla no.

Al final, cuando uno mira en el escaparate algo que desearía comprar, están sintiendo una especie de envidia del comerciante. ¿O no?

¿Está mal eso? ¿Qué pasa cuando lo que uno desea no está con un precio de venta? ¿Por ese solo motivo ya está una mal y es una envidiosa condenable no sé porque mandamiento?

Anónimo dijo...

Soy de Uruguay, un país bien pequeño que está en América del Sur y recuerdo cómo me dolió cuando algún jerarca de un país grande dijo que "Uruguay es un enano llorón".

Me dolió sobretodo porque me di cuenta de que era cierto. Acá no hay pobreza extrema, no se producen cataclismos terribles, no estamos en guerra desde hace más de un siglo, pero nos pasamos quejando todo el tiempo.

En una obra clásica de la literatura gauchesca, se dice: "El que no llora, no mama" y me parece que de ahí para acá, nos la pasamos quejando para ver si los más grandes nos ayudan.

Anónimo dijo...

Yo de tan envidiosa que era me creía la top 100 en todo; así no tenía a quien envidiar