domingo, 30 de agosto de 2009

Sacrificio: ¿clave del éxito?

Todos hemos oído alguna vez la receta que dice «Sin sacrificio no hay...» (nada, victoria, amor, triunfos, conquistas, éxito).

Cualquiera de nosotros, si se pone a razonar lo que significa este consejo entiende bien: Las cosas importantes que mejoran nuestra calidad de vida requieren un esfuerzo: levantarnos temprano, hacer tareas no siempre agradables, tolerar el cansancio, postergar nuestros deseos, privarnos de algunos gastos, soportar las órdenes de clientes o jefes fastidiosos.

Sin embargo —y esta es la idea central que quiero compartir con usted—, no siempre razonamos detenidamente esta sabia receta que nos enseñan los maestros, padres o ancianos.

En muchos casos —y a nivel inconsciente—, funcionamos de la siguiente manera: habiendo entendido que «sin sacrificio no hay ...» (calidad de vida, por ejemplo), lo que hacemos es sacrificarnos de cualquier forma, provocarnos dolor, procurarnos cualquier frustración, en la creencia de que la receta sólo pide que pasemos mal, que tengamos cualquier tipo de sufrimiento, que tengamos algún tipo de dolor.

Es decir que a nivel inconsciente no siempre se vinculan con lógica el sacrificio y los logros. Pueden quedar perfectamente separados y sin embargo creernos que estamos actuando inteligentemente.

Las personas que actúan de este modo se dice que hacen «una selección adversa», es decir, que eligen lo peor, lo menos conveniente, lo que saben que les molestará (repito: es un mecanismo inconsciente) porque suponen que lo importante es sufrir sin importar cómo y para qué.

Naturalmente que este comportamiento produce un doloroso fracaso, con lo cual la persona se siente conforme porque sigue creyendo que cualquier sacrificio es útil.

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15 comentarios:

Verónica dijo...

Este debe ser el caso de mi madre que se la pasa quejándose todo el tiempo y quien compara su cuerpo con el mío jamás reconocería que la pasa tan mal.

Anónimo dijo...

Ahora entiendo porqué siempre elegí lo que menos me convenía; también que no fué mala suerte, sino falta de salud emocional.

Anónimo dijo...

Ahora entiendo porqué siempre elegí lo que menos me convenía; también que no fué mala suerte, sino falta de salud emocional.

Ernestina dijo...

Nunca estuve del todo segura en qué querían decirme con eso del sacrificio. Las personas que me hablaban de sacrificio lo hacían con un placer sutil y orgulloso. No daba para concluir que el sacrificio fuese algo sacrificado.

Fagundez dijo...

¡A qué terribles destinos nos conduce el inconsciente!

Javier dijo...

A algunos cristianos les pasa eso, creen que los sacrificios serán recompenzados. Como no podrán comprobarlo jamás, les alcanza con creerlo para sentirse bien

Jacinta dijo...

Mi madre dice que yo hago una selección adversa de mis parejas.

Canducha dijo...

Hay un dicho que expresa lo que ud expone: "el que quiere celeste, que le cueste"

Calixto dijo...

La cuestión está en discernir cuándo es necesario hacer un esfuerzo y cuando no vale la pena.

Sebastián dijo...

Para mí la clave del éxito está en encontrar una actividad que te apasione. Alcanza con que sea una. No necesariamente tiene que ser algo importante, lo fundamental es que te gratifique ampliamente. De ahí multiplicás energía para todo lo demás.

Damián dijo...

Me parece que en realidad no se cree mucho en el sacrificio; de lo contrario la gente se sacrificaría gustosa, en lugar de pasarse echándotelo en cara.

Rosaura Legiardo dijo...

El sacrificio no es la clave del éxito, del mismo modo que el ahorro no es la clave de la fortuna. Para tener éxito hay que tener vitalidad, ganas de hacer, alegría interior y para hacer una fortuna también.

Rulo dijo...

Si Jesús murió crucificado para limpiarnos de pecado, nosotros bien que podríamos hacer algún esfuercito por bañarnos.

Soledad Pardo dijo...

A nivel inconsciente las vinculaciones son desastrosas y por si era necesario empeorar las cosas, nuestra conciencia actúa en forma desleal.

Aleluyo Fatal dijo...

Hice muchos sacrificios para lograr la calidad de vida que hoy disfruto (y no puedo dejar de hacerlos porque si no la voy a perder)