jueves, 11 de marzo de 2010

El desprecio por amor

Aprendemos a amar con nuestra madre. Ella nos satisface las primeras necesidades y la complacencia que nos proporciona se convertirá en amor.

Luego amaremos a quienes nos provean algunas de las infinitas necesidades y deseos propios de nuestra existencia (cónyuge, hijos, amigos, etc.).

Primero conocemos a nuestra madre de una manera irracional, quizá por el olor, la voz, el tacto, luego, nos enteraremos cuál es su nombre, qué preferencias tiene, cómo reacciona ante los estímulos.

Debo precisar que en realidad tenemos dos madres:

— una es la real, la de carne y hueso, ese ser humano que nos cuidó y nos inspiró un sentimiento muy fuerte (amor); y

— otra madre que es la imaginaria, la ideal, la que nosotros suponemos que es, con atributos que desearíamos que poseyera: que nos amara incondicionalmente, que nos prefiriera, que nos comprendiera, que nos tolerara, que nos aceptara tal cual somos y no tal como deberíamos ser.

Varias veces he mencionado que nuestra percepción se logra por contraste (1): vemos una figura blanca sobre una negra; una construcción fuerte al lado de una débil; una persona amable junto a una antipática.

Procuramos placer buscando estos contrastes para realzar los estímulos agradables. Por ejemplo:

— Nos complace que existan delincuentes para sentirnos honestos;

— Nos complace que existan locos para sentirnos cuerdos (2);

— Nos condolemos hipócritamente de la desgracia ajena para sentirnos a salvo.

Es mucho menos obvio el placer que sentimos al realzar el amor por nuestra madre contrastándolo con un inconsciente desprecio hacia el dinero.

Favorece este desprecio, una comparación bastante irracional: si bien ambos son dignos de amor porque nos satisfacen (necesidades y deseos), ella es conocida y puede llegar a amarnos con exclusividad como pretendemos, mientras que el dinero es anónimo y cambia de manos con total indiferencia (desapego, desamor) por nosotros.


(1) Felizmente existen los feos
Mejor no hablemos de dinero
La indiferencia es mortífera
«Obama y yo somos diferentes»
«Soy fanático de la pobreza»
El diseño de los billetes
Amargo con bastante azúcar

(2) No están todos los que son

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10 comentarios:

Marcia dijo...

El amor por nuestra madre es natural, de él se vale la naturaleza para proteger la especie. El desprecio por el dinero es cultural. Quizás sí lo contrastemos con el amor que deseamos de esa madre imaginaria perfecta, pero los motivos culturales que tenemos para rechazarlo, como generador de injusticias, son aún mayores.

Eduardo dijo...

El planteo de Marcia es discutible. Tenemos motivos psicológicos muy fuertes para rechazar al dinero; justamente, como está mal distribuído, nos recuerda el reparto injusto del amor materno con nuestro padre y hermanos. Nos creíamos únicos y uno sólo con nuestra madre y después nos venimos a enterar que lo compartimos con la familia, agregándole el agravante de no tener ninguna garantía de que ese reparto sea igualitario.

Martín dijo...

Mi madre real llego a contaminar a la imaginaria y ambas son despreciables.

Yoel dijo...

El dinero puede desaparecer de un día para el otro, aún habiendo arriesgado la vida para conseguirlo. Pero este razonamiento no sirve porque la madre también. Disculpen.

Morgana dijo...

Por favor! Díganme quiénes son esos que desprecian el dinero!!!
Estoy dispuesta a recibir donaciones para liberarlos de algo tan despreciable.

Anónimo dijo...

Gracias a que existen delincuentes, nos sentimos honestos aunque cometamos pequeños ilícitos. Es simple, se trata de que somos cobardes.

López dijo...

Con respecto a lo que dijo el comentarista anterior, no va a comparar el daño que se genera, por ej, con un homicidio o una gran estafa, con el que puede generar robarse unos pañuelos descartables, unos bombones garoto, una licuadora, un celular, un auto, un viaje a isla Margarita, un apartamento en el Centro... Uf! cuántos ejemplos podría poner.

Nuri dijo...

Cuando se enferma alguien de la familia, no me siento a salvo porque me entra el temor de que en cualquier momento me toque a mí.

Graciana dijo...

Amaremos mucho a nuestros padres, pero, como lo muestra la foto, primero estamos nosotros que nos vemos más lindos y buenos.

Sonia dijo...

Soy psiquiatra. Después de 10 años de ejercicio dudo de mi cordura. Si mi propósito inicial era estar del otro lado del mostrador; me salió mal.