viernes, 23 de abril de 2010

Cambiar es morir un poco

Todos usamos alguna máquina o herramienta para mejorar nuestro desempeño.

Sabemos con certeza que nuestro vehículo tiene ciertas limitaciones y por eso tomamos precauciones para no girar velozmente, teniendo en cuenta la estabilidad, o la respuesta del frenado, para no acercarnos demasiado al coche que va delante, o el poder del motor, para no obligarlo a cargar más peso del que puede desplazar.

Al cerebro también lo usamos para mejorar nuestro desempeño, pero no lo conocemos tanto como a nuestro automóvil.

Cuando pensamos, no podemos controlar las interferencias que nos producen las metáforas y las metonimias (1)

En los artículos referenciados comento —entre otras cosas— que una metáfora es, por ejemplo «Marina cumple veinte primaveras» para decir que cumple veinte años y una metonimia es la condensación en un detalle, de algo que lo contiene. Por ejemplo: «Pagaremos diez pesos por cabeza» para decir que cada persona hará ese aporte.

En la vida se nos presentan oportunidades que implican un cambio: renunciar a un trabajo para tomar otro; mudarnos de domicilio; contraer matrimonio.

Nuestro cerebro, afectado por las incontrolables metáforas y metonimias, puede entender que cada uno de esos cambios es irreversible porque no se imagina volviendo al mismo trabajo, o al mismo domicilio o a la soltería.

A partir de creer en esa irreversibilidad del cambio, surge una metáfora trágica: cada cambio irreversible equivale a la muerte de un ser querido o la propia.

Nuestra limitada máquina de pensar ha llegado silenciosamente a esa conclusión y a partir de ella, el desenlace estará fuera de nuestro control:

— «Me quedaré en el mismo trabajo por temor al arrepentimiento»;

— «No cambiaré de casa porque, ya lo dijo mi abuelo: «mudarse es morir un poco»»; y

— «Casémonos cuando tenga un trabajo mejor y podamos conseguir una vivienda más grande».

(1) El adulto con título habilitante
¿Cuánto pesa Urano?
En otoño los árboles tienen calvicie

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10 comentarios:

Sandra39 dijo...

Tenemos cambios irreversibles como el envejecimiento y la muerte. Aún envejeciendo día a día, tenemos un tiempo muy valioso entre este instante y nuestra muerte. Tiempo para cambiar y enriquecerse en todos los sentidos.

Leticia dijo...

No quiero volver a las cosas que cambié para estar mejor.

Alejandro dijo...

Para mí volver al mismo trabajo sería volver de cadete; al mismo domicilio, volver con mi vieja; a la soltería, volver a tener novia.
Aceptaría volver a tener novia, si pudiese zafar de aquel trabajo y de la casa de mi madre.

Manuela dijo...

Dicen que lo único irreversible es la muerte pero eso es un disparate que sólo pueden decirlo maníacos negadores.

Elbio dijo...

Hay que animarse a los cambios. Son necesarios para mantener la tonicidad psíquica. Es más necesaria que la muscular.

Alicia dijo...

Volvemos al pasado cuando el presente es malo, inseguro, amenazante. En psicología esta vuelta al pasado se llama regresión.

Celina dijo...

El cambio que más me costó fue el de la niñez a la adolescencia. Ahora se supone que soy adulta, aunque debo confesar que muchas veces vuelvo a comportarme como niña o como adolescente.

Mauro dijo...

Dejé la Facultad de Bellas Artes para ingresar a la Facultad de Arquitectura. El artista no está muerto en mí, y es probable que sobreviva cuando me jubile y mis hijos se independicen.

López dijo...

He continuado asumiendo nuevos trabajos, sin dejar los anteriores. Creo que ha llegado el momento morir a alguno de ellos.

Anónimo dijo...

Seguramente use el cerebro para mejorar mi desempeño, pero no me doy mucha cuenta.