sábado, 1 de mayo de 2010

Mi amo me ama

Cuando nos educan, nos sugieren algo así como «o haces lo que te digo o te abandono».

A escala de un niño, esto equivale a una situación entre adultos en el que un instructor, con su revólver puesto sobre la sien del alumno, le sugiere que recuerde lo que acaba de decirle si no quiere llevarse una sorpresa breve, pero desagradable.

Cuando nos enseñan criterios morales (las normas de convivencia, cómo ser educado, qué es portarse bien), nos hablan del «camino recto».

La «rectitud» es el cumplimiento minucioso de lo que para nuestros cuidadores, está bien. No seguir el «camino recto», es lo que para nuestros cuidadores, está mal.

Cuando (intentan) enseñarnos criterios racionales (cómo pensar, qué es deducir, cómo razonar), se remiten a «la ciencia de las ciencias»: la matemática.

Está asumido mundialmente que esta es una disciplina que generalmente no se entiende y en la que los alumnos fracasarán.

De todos modos, el intento se hace y es en ese contexto cuando se nos ofrece una verdad incuestionable, una verdad pura: «la distancia más corta entre dos puntos cualesquiera, es la línea recta».

¡Otra vez aparece la «rectitud»!

El principio de la rectitud es sagrado entre laicos y religiosos.

Todos parecen haber acordado que este punto no se discute.

Una aceptación ciega, obsecuente, apasionada de este criterio, nos impone descartar todo lo que no se nos presente directamente, ignorar lo que requiera un proceso, descalificar lo que esté fuera de ese dictatorial camino «recto».

El camino recto tiene las ventajas de ser previsible, obediente, sencillo.

El camino recto tiene las desventajas de ser necio, irreflexivo, automático, despersonalizado, desafectivizado, irresponsable.

Los buenos alumnos que siguen «el camino recto», se convierten en esclavos rentables y son felices porque el amo los ama.

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10 comentarios:

Luján dijo...

El tema está en seguir el camino recto, con los ojos bien abiertos.

Victoria dijo...

A veces el camino más corto no es el camino recto.

Natalia dijo...

Un esclavo feliz no se da cuenta de que es esclavo.

Montreal dijo...

Las hormigas sí que saben hacer un camino!!!

Ingrid dijo...

Una cosa decimos pero otra es la que hacemos. Decimos seguir el camino recto pero no dudamos si podemos "colocar" a nuestro hijo en un laburo. Tratamos de seguir el camino recto, y lo hacemos con las flexibilidades del caso. Mas bien pienso que deben haber pocos obsecuentes del camino recto.

Mirta dijo...

Me va a decir a mí! Yo fui una buena esclava que seguía el camino recto. El amo me amaba... pero yo quería que me amaran los otros esclavos.

Roque dijo...

Cuando existe algo que realmente no se discute, están los puños para apoyarlo.

Lorente dijo...

Ahora a los niños se los educa distinto. Se les dice: o haces lo que te digo o te llevo al psicólogo.

Mirna dijo...

Estoy de acuerdo. A veces el camino recto es desafectivizado e irresponsable.
Estuve recordando la tragedia de los Andes. Muchas personas estuvieron en contra de que para sobrevivir, hubiesen comido carne de sus amigos y compañeros. Sin embargo, en este caso, apartarse del camino recto y hacer algo que en situaciones normales sería considerado una aberración, fue lo más correcto que podían hacer.

Anónimo dijo...

Muy buena publicación.