miércoles, 2 de junio de 2010

Me quiere mucho, poquito, nada ...

Todos los días, al levantarnos, tenemos una cantidad limitada de energía.

Esto es así para todos, jóvenes, viejos, hombres y mujeres.

Esa energía la necesitamos para cumplir nuestra única misión: conservarnos como individuos y como especie.

Para cumplir ambas tareas, aplicamos parte de esa energía a conseguir y conservar vínculos, porque siempre necesitamos la compañía de por lo menos una persona más. Solos, podríamos sobrevivir poco tiempo.

Conseguir y conservar los vínculos, nos consume energía de dos maneras:

1) Haciendo lo que nuestros compañeros aman en nosotros (trabajar, escuchar, acariciar, dejarnos mirar, permitirles que nos ayuden, alimentarlos, defenderlos, etc.), y

2) Demostrando o aparentando la existencia de esas cualidades que desean de nosotros quienes nos aman (exhibir resultados concretos, hacerles regalos, prometerles, maquillarnos, auto-publicitarnos, adularlos, etc.).

Necesitamos a los demás, pero la proximidad de la compañía depende de cada uno.

Hay personas que pueden sentirse acompañados por personas físicamente lejanas, mientras que otros casi no toleran la falta de contacto visual.

También es diferente la cantidad de esfuerzo que hace falta para atraer y conservar los vínculos.

Algunas personas son naturalmente atractivas, pero otras tienen la necesidad de hacer o aparentar grandes proezas para lograr atraer y retener los vínculos.

En relación con esta otra particularidad que nos caracteriza, es oportuno recordar la fábula de la liebre y la tortuga.

Al correr una carrera, la liebre —muy confiada en su natural velocidad (atractivo) —, se echó a dormir pero se despertó cuando la tortuga había traspasado la meta.

Hasta acá, estuve haciendo un prólogo que fundamente la creencia en que la inseguridad personal es necesaria.

Culturalmente criticamos a la gente insegura, pero me atrevería a decir que las personas prosperan cuando temen el abandono y no prosperan (pobres patológicos) los arrogantes y altaneros como la liebre.

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13 comentarios:

Amanda dijo...

Creo que lo que más temo en la vida, junto con el propio envejecimiento, es la pérdida temporal o definitiva de seres queridos.

Damián dijo...

Quiero hacer un post-grado y dejo pasar el tiempo, me abandono. Puede que sea por altanero, o también por miedo a no tener la energía suficiente y pasar por la frustración de dejar por el camino.

Lola dijo...

Con ciertas personas me siento acompañada en la lejanía, pero a otras tengo que verlas muy seguido.

Natalia dijo...

Cuando pase mi juventud voy a tener que buscar algo para que me sigan admirando. Qué fastidio!

Tiago dijo...

Aparentar generosidad, apego, admiración, puede funcionar un tiempo. Tarde o temprano te das cuenta del engaño y finalmente, si sos una persona sana, renunciás admitiendo el autoengaño.

Cacho dijo...

A esa niña, seguro la quieren mucho.

Laura dijo...

La cantidad de energía que tengo cada día varía muchísimo. No puedo hacer muchas predicciones. Depende de lo que me pase en ese día, para que luego esté radiante o aplastada. El azar se adueña de mí.

Ulises dijo...

Yo soy como Tarzán, si no tengo compañía me alcanza con la del mono. (la compañía del mono, por supuesto :)

Leonel dijo...

A mí me admiran porque no permito que nadie me ayude.

Margarita dijo...

A Leonel ese debe de haberle funcionado hasta los 5 años. Después, en la escuela, el liceo o el trabajo, seguro que en algún momento tuvo que trabajar en equipo. No creo que le haya ido muy bien.

Roque dijo...

Los vínculos consumen más energía en invierno. En casa tienen la manía de dejar la estufa prendida todo el día.

Marta dijo...

Hace décadas que no salto de la cama.

el bombero dijo...

Y qué quiere Marta, no todo el mundo nace para eso.