martes, 17 de agosto de 2010

La esperanza es una enfermedad

Porque «la esperanza es lo último que se pierde», muchas personas pierden todo.

Lo bueno sería que la esperanza fuera lo primero que se pierde y así se evitarían males mayores.

Que el whisky, la cocaína y la esperanza sean insumos placenteros, no quita que provoquen algunos efectos secundarios indeseables.

El whisky nos provoca un estado de obnubilación (mareo, falta de lucidez y reflejos).

La cocaína nos provoca un exceso de actividad (temeridad, insomnio, irritabilidad).

La esperanza nos provoca pérdida de realismo, ilusión, voluntarismo.

Les comenté hace meses (1) que, según la mitología griega, Pandora abrió una caja que contenía todas las enfermedades.

Por esa infortunada maniobra, se escaparon los males que comprometen nuestra salud y sólo una quedó dentro de nosotros: la esperanza.

Interpreto que todas las enfermedades nos molestan excepto esta, porque nos endulza la vida, nos aparta de la realidad, nos vuelve optimistas, la contagiamos con entusiasmo a nuestros seres queridos, la usamos para negar los malos momentos, las malas noticias, los malos pronósticos.

Por este amor a la única enfermedad que nos viene de adentro nuestro, es que estos comentarios parecen falsos, negativos, pesimistas, injustos.

Para aumentar su efecto estimulante —pero a costa de una pérdida de realismo en su poseedor—, suponemos que esta es una enfermedad tan resistente a su erradicación, que cuando afirmamos que «la esperanza es lo último que se pierde», lo hacemos como tratándose de una buena noticia.

Nos curaremos de cualquier otra cosa, ¿pero de la esperanza?: ¡difícilmente!

Toda enfermedad tiene beneficios secundarios. Cuando es invalidante pero no pone en riesgo la supervivencia, permite descansar, ser atendidos, recibir dosis extras de afecto.

La resistente esperanza es amada porque aporta energía artificial, aunque genera adicción, tal como la cocaína y otras drogas (generalmente prohibidas).

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(1) Si no fuera por Pandora

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11 comentarios:

Morgana dijo...

También es cierto que la esperanza nos motiva a hacer cosas que sin ella no intentaríamos. Y a veces esas cosas salen bien.

Anónimo dijo...

Yo casi pierdo todo, pero como no perdí la esperanza llegó un día que saqué el cinco de oro.
Ja Ja Ja!!!!!!

Alicia dijo...

Me parece que la experiencia de Anónimo no es un buen ejemplo a seguir.

Nolo dijo...

Mi reloj se nutre con la energía del sol. Energía enteramente natural... aunque ahora, la verdad que el sol nos está jodiendo bastante.

la osita dijo...

Les confieso que nunca me vacuno contra la gripe porque me encanta que me traigan el desayuno a la cama.

Minerva dijo...

Si la esperanza es lo último que se pierde, quier decir que antes ya perdimos todo lo demás.
Hay que estar piruchi para no pegarse un tiro!

Diego dijo...

La actitud optimista opera a tu favor para que sucedan cosas buenas, porque uno se pone a buscar con buena onda y eso da resultado. Ahí tener esperanza sirve.

Chispita dijo...

Las enfermedades que endulzan pueden producir diabetes, envejecimiento de la piel, y no sé que otras cosas más.

Loky Roca dijo...

Las enfermedades que estaban en la caja de Pandora estaban condensadas. Esto es evidente, porque si no era imposible que entraran todas. Entonces, si estaban condensadas, al salir al aire libre y contar con todo el espacio, se expandieron, se hicieron fuertes y robustas, nos amedrentaron. La única que quedó chíquita y encerrada fue la esperanza. Quedó como una fragancia intensa o como un veneno mortal? Ésa es la pregunta.

Usted ya la respondió, pero capaz que alguno no se dio cuenta.

Cacho dijo...

Después de un buen wiscacho recupero la esperanza; hasta que tomo el segundo para reafirmarla, y el tercero para asegurarla y el cuarto para negarla, olvidarla, y sumergirme en la nada... total...

Tatiana dijo...

El efecto secundario de la esperanza es la pérdida de realismo, sí, pero no la pérdida de ilusión y voluntarismo.