domingo, 1 de agosto de 2010

Rasco la espalda. Voy a domicilio.

En otro artículo (1), compartía con ustedes algunos comentarios sobre ciertos estados de ánimo que influyen en nuestras percepciones, en nuestras decisiones, y que pueden tenerse en cuenta para evitar los errores que pudieran resultar de esas alteraciones.

Si las adicciones (al alcohol, el juego, a las drogas psicotrópicas) existen, es porque nos producen un intenso placer del que a veces, quedamos prisioneros.

A casi todos nos gustan las sorpresas, en las que un evento aparentemente mágico, nos selecciona para agasajarnos, causarnos placer, provocarnos alegría.

No solamente disfrutamos cuando somos los beneficiarios de esa situación, sino que a nuestros alrededor muchas personas disfrutan del espectáculo que damos con nuestras risas, lágrimas, gratitud, saltos, carreras, gritos, abrazos, besos, demostraciones de amor.

Estos espectadores que disfrutan de nuestra exhibición, logran que se repita, perfeccionando su ingenio y sus inversiones (en tiempo, esfuerzo, dinero) para darnos más y nuevas sorpresas, donde predominen situaciones mágicas, milagrosas, inesperadas.

Si somos personas capaces de esas demostraciones de alegría tan disfrutables para los demás, estamos expuestos a que en nuestra vida recibamos muchos estímulos de nuestra gratitud espectacular y divertida ... en desmedro, a veces, de personas que carecen de esa cualidad y que —por lo tanto— reciben menos obsequios, sorpresas, agasajos.

En suma: en una simplificación casi absurda, hay personas que funcionan como un juego de autoservicio, al que se puede disfrutar tan solo introduciéndole una moneda en la ranura adecuada.

Estas personas tipo juguete-autoservicio, parecen más amadas, creen poseer una suerte especial, imaginan ser más dignas de aprobación... y no se equivocan.

Todos somos —en mayor o menor medida—, adictos a lo que nos complace, nos da placer, nos hace gozar.

Igual que las mascotas, no nos cansamos de los placeres, pero a diferencia de ellas, sentimos vergüenza y disimulamos.

(1) Cazar con viento, no es fácil

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9 comentarios:

Magdalena dijo...

Es difícil que intente disimular mi alegría, y es difícil que logre disimular mi ira o mi tristeza, muy a mi pesar...

Nidia dijo...

Estaba enojado con alguien cuando escribió el artículo, Doc?

Edelweis dijo...

Mi hermana es así, justo así, tendría que haber estudiado teatro, mire. Pero no sólo a mí me cae mal, hay un montón de gente que se burla de ella por lo falluta.

Pablo dijo...

Qué agrias que están! A veces la gente es espontánea, cuál es el problema?

Chapita dijo...

Ojo con los juegos de autoservicio, primero entra una moneda y después otra y otra, hasta que se te va el sueldo o dejás embarazada a la máquina.

Evaristo dijo...

Lo cierto Chapita, es que personas así, a veces te dejan en una situación embarazosa.

Paty dijo...

A mí no me parece bien disimular o sentir vergüenza de nuestras emociones.
El problema es cuando estás maníaca y no te das cuenta; entonces exagerás lo que sentís, sin tener ninguna conciencia de que lo estás haciendo. Eso es horrible, cuando te das cuenta te querés matar.

Blanca dijo...

Odio a los hombres que quieren pasarla como que son fríos y en realidad lo que no quieren es que los vean acompañados, si es que eso los puede perjudicar.

Álvaro dijo...

Mi novia se tomó muy enserio eso de "sorprende a tu pareja". Confiezo que a veces me da miedo llegar a casa.