martes, 14 de diciembre de 2010

La rentabilidad de los mártires

Sabido es que caemos hacia abajo y que eso puede constituir un accidente fatal.

Corro el riesgo de tropezar con la obviedad más ridícula, porque disfruto del (inexplicable) placer de estudiar, pensar, redactar y publicar en este blog, ideas sobre cómo somos y qué nos convendría hacer (teniendo en cuenta «cómo somos») para mejorar nuestra calidad de vida.

Algo que parece tan evidente como la fuerza de la gravedad (y los cuidados que debemos tener con ella para no caernos y matarnos), es —por ejemplo— cómo evaluamos a las personas después de que mueren.

Por alguna razón que ahora no viene al caso, todos conocemos nuestro drástico cambio de opinión cuando nos abocamos a evaluar la gestión o la calidad humana de alguien fallecido.

Repentinamente se suspenden todos los ataques, críticas adversas e insultos y pasan a ocupar ese espacio, desde un respetuoso silencio a una encendida glorificación.

Tranquiliza pensar que estas exageraciones no son graves porque el beneficiado ya no puede influir sobre nuestras existencias.

Sin embargo, algo tan preocupante como la ley de la gravedad, es la rentabilidad que obtienen quienes se dedican a recordar o reivindicar la figura de alguien que falleció como víctima de algún acto condenable.

El fenómeno gravitacional probablemente funcione de la siguiente manera:

Todos recordarán que Dios (el más bueno de los seres imaginables), hizo matar a su hijo (Cristo), para redimir (perdonar, salvar) nuestros pecados.

La historia no nos puede dejar en un peor lugar: tenemos una deuda infinita y una culpa infinita.

¿Quién puede ganar el dinero necesario con esta mochila cargada con tales trozos de roca?

En suma: competirán con desventaja quienes, inconscientemente, sientan culpa por la muerte de Cristo, de los judíos alemanes, del Che Guevara o por cualquier otra víctima erigida para desmotivarnos, debilitarnos, gobernarnos, dominarnos, empobrecernos.

Nota: La imagen muestra un monumento recordatorio (Nagasaki) de 188 mártires japoneses que fueron perseguidos y matados por profesar el catolicismos, durante el siglo 17.

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8 comentarios:

Elbio dijo...

También me parece importante tener en cuenta que utilizamos a los muertos que llamamos "nuestros", como bandera. Me refiero al uso que se hace de ellos, por parte de las colectividades políticas y sindicales. Pueden servirnos como símbolo de entrega a la causa, como motivo para la venganza, para crear una historia heroica de mártires que inflamen nuestro espíritu. Y cuando se los usa de esa manera quedan atrás las antiguas discrepancias. El muerto pasa a asimiliarse al sistema de creencias que se defienden, por lo tanto pierde su identidad, y va adoptando, paulatinamente, las identidades que se le adjudican.
Lo enojoso de esto es la manipulación de conciencias y el falseamiento de la realidad, de las que son víctimas las personas más distraídas.

Christian dijo...

Nunca me quedó claro cuáles fueron los pecados que perdonó Cristo. Los que cometimos cuando? O se refiere a los que vamos a cometer... Esos no pueden ser porque existe el sacramento de la confesión que perdona los pecados que vamos cometiendo en la semana.
Porque la verdad que si ya los perdonó a todos de una, dejo de exponerme a la curiosidad morbosa del párroco.

Yoel dijo...

Christian, no te hagás.
De veras te confesás una vez a la semana? Eso ya no existe. Pero tenés razón, al menos para el que no está en el palo, no se entiende cuáles son los pecados que perdonó. Igual lo importante es que se da por entendido que estamos llenos de pecados. Que tenemos terrible deuda. Por lo tanto, si ganamos dinero nunca va a ser para enriquecernos, sino para pagar lo que debemos.

Inti dijo...

La única forma de revertir esa historia de culpa infinita con el Salvador, era que surgieran grupos protestantes decretando lo siguiente: la prosperidad es el beneficio que dios otorga al buen cristiano.
O sea que podés ser buenísimo, pero si no prosperás, no te curás de tus enfermedades, no sos feliz, hay una sola causa: dios opina que en realidad no sos bueno.
Aunque también existe la posibilidad de que seas tonto o enfermo. En ese caso es porque satanás se apoderó de ti con la ayuda de algún semejante que practicó ritos satánicos en tu honor; o quizás cuando practicabas yoga y tratabas de experimentar qué era eso de la meditación.

Juan Z dijo...

Pienso que para destacarse en la vida hay que tener una enorme ambición. Es decir, un acusiante deseo de ser falo (o caja de las maravillas). Además creo que importa tener la mochila liviana. No me parece que se logren grandes cosas, cuando lo que buscamos es redimir nuestras culpas. La culpa nos gasta la energía en ser menos malos, no en dejar nuestro nombre gravado en piedra.

Irene dijo...

Las religiones alivian nuestra angustia ante lo desconocido. Nos ayudan a aceptar la muerte. Nos unen conformándonos en grupo. Nos brindan el apoyo social de la cofradía. Intentan hacer predecibles nuestros comportamientos, en la medida que se los acota dentro de ciertos parámetros. Brindan a los poderosos un instrumento de manipulación y dominación. Nos alejan de la búsqueda de la verdad. Anulan nuestra individualidad. Coartan nuestras posibilidades de ser críticos. Nos convierten en seres resignados y obedientes a "la voluntad de dios".
Etcétera.

Leonel dijo...

Cómo no vamos a sentir culpa ante la injusticia, o por no acompañar a quienes luchan por ella?

Marta dijo...

La solución para no sentir culpa en esos casos es bien sencilla: acompañar a los que luchan por lo que tú consideras que es justo.