domingo, 27 de febrero de 2011

La rentabilidad de las prohibiciones

El antiguo testamento ya daba consejos sobre rentabilidad, aunque utilizando una alegoría apta para los lectores de aquella época.

Cuando oímos la palabra «fruta» recordamos el alimento que nos proveen ciertas plantas y árboles.

Otro significado, similar pero más abarcativo, nos sugiere la ganancia, el logro, el resultado: «El fruto de nuestro esfuerzo».

Sabemos que el prefijo dis- significa negación, carencia, ausencia (disnea [dificultad para respirar], dislexia [dificultad para hablar], discordia [desentendimiento]).

Dejemos estos tres párrafos momentáneamente a un costado y vayamos a la leyenda de Adán y Eva.

Esta historia bíblica (y otros textos muy antiguos), intenta enseñar normas de conducta a pueblos muy primitivos, creyentes en seres míticos (Dios), capaces de terribles castigos a los desobedientes.

En este contexto Dios acordó con Adán y Eva que podían aprovechar todo lo que había en el frondoso y abundante paraíso, siempre y cuando no comieran la fruta prohibida (manzana).

Nuestros abuelos (Adán y Eva), actuaron como lo harían algunos que conocemos: Si la orden es «coman lo que quieran, menos esto», la curiosidad nos llevará a olvidarnos que tenemos todo un paraíso para disfrutar e intentaremos hacer exactamente lo que menos nos conviene, eso es, comer de la fruta prohibida.

La consecuencia ya todos la conocemos: Dios se puso furioso y nos echó del paraíso, agregando el parto con dolor y tener que transpirar para conseguir comida, como si la expulsión de la abundancia no hubiera sido poco.

En suma: Si juntamos ambas ideas planteadas, podemos concluir que para dis-frutar es precisos privarse (dis-) de lo prohibido (fruta).

Por ejemplo, tenemos que dejar que mamá se quede con papá cortando el cordón umbilical, buscar otra mujer, formar una familia y olvidarnos de las relaciones incestuosas.

Para dis-frutar es preciso abandonar, renunciar, gastar, invertir. Asumir la castración, diría un psicoanalista (1).

(1) Control y descontrol: un precario equilibrio

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10 comentarios:

Marina dijo...

La dislexia es la dificultad específica para leer y escribir. Hablar, hablan hasta por los codos, se lo aseguro.

Iris dijo...

Por eso las madres castradoras les dan más chance a sus hijos, de convertirse en hombres y mujeres prósperos.

Gabriela dijo...

Me imagino la escena: una madre y un padre cortando un cordón umbilical que se renueva permanentemente. Ellos envejecen con el cordón umbilical en las manos. Entretanto el hijo conoce a su primer novia, sufre un desengaño, siguen luego pasando por su vida mujeres y más mujeres (y algún muchacho, por qué no), hasta que decide casarse, formar una familia. Nace su primer hijo, y al igual que sus padres, intenta con su mujer cortar el cordón umbilical, y pasa el tiempo, nace su segundo hijo y ya son dos los cordones umbilicales que intenta cortar. Mientras sus padres aún siguen abocados en cortar el cordón umbilical de este hijo suyo, padre de familia. El recorrido de la casa paterna a la del hijo, está regado de cordones umbilicales que de tanto en tanto dejan de estar mustios. Basta una llovisna para que recuperen lozanía. Y poco a poco se van agregando los cordones de los nietos. Todos en el barrio ya se han habituado y caminan por encima de los cordones tensos y gruesos. Es una historia sin final, una historia de acumulación infinita. La inmadurez se transmite de generación en generación como una plaga.

Elbio dijo...

El mensaje bíblico del mito de Adán y Eva, limita con claridad el derecho a conocer. Existe cierto saber (el fruto prohibido) reservado a una entidad superior (los religiosos, el clero), al que no podrá acceder el ser humano común. Por otro lado puede vincularse también a la distribución del poder entre el hombre y la mujer, ya que esta última nace para acompañar al hombre y es su prolongación (surge de su costilla).
Luego en el Nuevo Testamento, cuando pasan a escribirse una serie de normas que permanecían vigentes a través de la tradición oral, aparece una que me interesa destacar; es la que dice "no desearás la mujer del prójimo". Otra vez surge el límite como condición para disfrutar. Puede interpretarse como una prolongación de la prohibición del incesto. Por otro lado, aquí también está determinado el lugar de la mujer, subordinándola al hombre, ya que es este último quien debe elegir no pecar, mientras que la mujer sólo es objeto del pecado.

Renzo dijo...

Al final tuve que permitir que mi madre se quedara con mi padre, pero ella prefirió irse con un amigo de papá.

Javier dijo...

Con mi esposa siempre dijimos que nuestros hijos son el fruto de nuestro amor y la razón de nuestra desdicha.

(hablando en broma)

Salerno dijo...

Que mi madre se quede con quien quiera pero a mí nadie me va a obligar a formar una familia.

Filisbino dijo...

Cuando el fruto de nuestro trabajo no se ve, emigramos para dejar el sudor de nuestra frente en otro lado.

Luján dijo...

El poder médico es tan sobervio, que colocó a la manzana como símbolo de la salud.

Yamandú dijo...

Para disfrutar hay que asumir la castración, es cierto... pero ay! cómo duele!