jueves, 10 de marzo de 2011

Tres mentiras verdaderas

Muchos mentirosos nos cuentan historias sobre sus éxitos económicos o financieros, postulándose como talentosos y dotados de recursos sobrenaturales que nos hacen sentir incapaces, torpes, ineficientes.

Existen tres mentiras clásicas que suelen ser bastante creíbles y que eventualmente pueden hacernos perder las referencias sobre cómo estamos manejando nuestros asuntos económicos y financieros.

Una de esas mentiras verdaderas la recibimos cuando alguien nos dice que logra un nivel de vida excelente, superior al nuestro, aunque podríamos jurar que sus ingresos no son tanto mayores que los nuestros.

En este caso el fabulador nos dice y se dice (él necesita escuchar eso que él mismo dice) sobre su excepcional capacidad administrativa de recursos escasos.

Otra de las mentiras verdaderas la recibimos cuando alguien nos dice que pagó muy poco dinero por algo que notoriamente cuesta mucho más.

Este cuentista dice ser un experto comprador y que además está protegido por algún ser superior e imaginario (pensamiento mágico) que lo ayuda a tener tanta suerte.

Finalmente, otra de las mentiras verdaderas la oímos por los medios de comunicación masiva, cuando algún realizador cinematográfico no puede parar de (filmar) contar historias maravillosas y nos dice ante cámaras que su película costó una cantidad de dinero increíblemente alta o increíblemente baja.

En ambos casos, quiere hacernos creer y creerse el mismo, que mucha gente lo ama porque invierte (arriesga) en sus proyectos o que —por el contrario—, mucha gente le dona lo mejor de sí para ayudarlo a triunfar y sin cobrarle honorarios o prestándole máquinas, locales, vehículos.

Si al escuchar estas historias ponemos cara de admiración (ojos muy abiertos, cejas levantadas, maxilar inferior caído), el nivel de vida del mentiroso no mejorará en absoluto pero sí obtendrá una sensación subjetiva menos penosa sobre su triste aunque verdadera situación económica y financiera.

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9 comentarios:

Lautaro dijo...

Creo que es bastante fácil detectar a un fabulador. No veo en qué nos pueden perjudicar sus historias.

Luis dijo...

Casi todos mentimos un poco cuando nos damos a conocer en un lugar al que concurrimos por primera vez. Deseosos de dar una buena impresión, hacemos un montón de cosas de las que no tomamos registro: cuidamos nuestra indumentaria, no arriesgamos a decir algo que pueda dar lugar a malentendidos, nos mostramos más serios y responsables de lo que somos, tratamos de llegar en hora, mostramos interés por el asunto que nos convoca, etc.

Ma. Eugenia dijo...

Tenemos que poner cara de admiración para que el mentiroso no se sienta tan triste?

Nicolás dijo...

La única vez que me prestaron un vehículo, fue el chevrolet de papá. Mi único proyecto era volver del baile a casa. Por suerte el único que llegó maltrecho fue el auto.

el ciruja dijo...

Mi cara de admiración por suerte no incluye maxilar caído.

Emilia dijo...

Yo a los que no les creo es a los que te dicen que tienen un montón de amigos en las esferas de poder (y no pertenecen a esas esferas).

Marcia dijo...

Otra mentira bastante común es decir que se invirtió un montón de dinero en estudiar, cuando la persona en cuestión concurrió a la enseñanza pública y estudió siempre en las bibliotecas.

Susana dijo...

No sé si no prefiero al mentiroso
-cuando se trata de hablar de la situación económica- antes que al llorón.

Paty dijo...

A mí me pasó algo horrible. Acepté salir con un chico porque me dijo que tenía piscina en la casa, y nada que ver.