viernes, 15 de abril de 2011

El control de calidad y la obsesión perfeccionista

Los humanos somos competitivos y amantes del éxito. La obsesión es una patología psicológica útil para el perfeccionismo mercantil (control de calidad, calidad total).

Seguramente poseemos un instinto de apoderamiento. Algo en nuestra naturaleza mamífera nos induce compulsivamente a ser territoriales, a tener posesiones, a defender con pasión nuestras pertenencias.

Este instinto es tan irracional e incontrolable como cualquier otro (de supervivencia, de reproducción).

Esa tendencia es causa de conflictos porque todos lo tenemos y no podemos evitar ejercerlo.

Cuando queremos acordar estamos peleándonos por un trozo de terreno, por una curso de agua, por la autoría de una idea o por la validez de una creencia.

El capitalismo es un sistema de convivencia en el que el supuesto instinto de apoderamiento encuentra su mejor habitat.

Cuando concurrimos al mercado a buscar lo que necesitamos (alimentos, vestimenta, dinero), cuidamos nuestras pertenencias cuando concurrimos a venderlas y cuando retornamos con el producido.

En el momento de la transacción (comprar o vender) discutimos, regateamos, desvalorizamos, criticamos, simulamos desinterés, hacemos un uso abundante de argumentos, adjetivos, gestos, exageraciones, teatralizaciones.

El dinero posee una calidad única, siempre la mejor. Todo billete de curso legar y forzoso, es inmejorable.

Los bienes y servicios pueden tener calidades muy variadas.

Hace décadas, los estudiosos de la calidad han creado criterios de perfeccionamiento que me animo a calificar como de obsesión profesional.

La obsesión es una patología psicológica que focaliza la atención de quien la padece en muy pocos objetivos, impidiéndole percibir otros.

No faltan quienes consideran que este rasgo puede ser beneficioso para sacarle provecho, especialmente en el control de la calidad de los bienes y servicios comercializables.

La política de «cero defecto» (control de calidad, calidad total) ya está impuesta y no es otra cosa que la obsesión aplicada al marketing para optimizar el poder competitivo.

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Los instintos ¿están para ser reprimidos?

El conocimiento sublime

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10 comentarios:

Evaristo dijo...

En tanto que la obsesión esté en función de perfeccionismo mercantil, el humano competitivo logrará el éxito.
(a un alto costo)

Juan dijo...

Al menos a primera vista, el instinto de apoderamiento parece menos útil para la supervivencia, que el instinto de reproducción.

Perla dijo...

Hay un nicho de comercialización para el producto de alta calidad y otro para el que está lleno de defectos pero igual gusta.

Irma dijo...

Esos productos que ostentan su carácter de "calidad total", no están por suerte dirigidos sólo a consumidores de alta calidad.

Andrea dijo...

Necesitaría un poco de espíritu obsesivo, como para focalizarme.

Hugo dijo...

La política del cero defecto existió siempre, pero cada vez la tecnología, le da más chances de imponerse.

Marisa dijo...

Me cuesta imaginarme los grandes barcos, los contenedores... a mí me gustan los ejemplos que ud pone, los del hombre que va con sus gallinas al mercado.

Eloísa dijo...

Como sistema de convivencia, el capitalismo deja mucho que desear...

Lola dijo...

No me gusta regatear. Prefiero persuadir al cliente con mayor efectividad y sutileza.

Norton dijo...

El peor hábitat para el instinto de apoderamiento, es el contexto de la piñata en los cumpleaños infantiles.