martes, 26 de julio de 2011

Los gustos costosos

Los gustos personales son parte de nuestra naturaleza (estatura, color de piel, talento) pero socialmente parecen insignificantes, que casi no nos influyen, que podemos postergarlos y hasta anularlos tan solo intentarlo.

Los grupos humanos nos organizamos para lograr la mejor calidad de vida, con el menor esfuerzo posible (1) y durante toda la vida.

Si imaginamos un agrupamiento de mil personas, suponemos que no habría motivos para que unos tengan mejor calidad de vida que otros.

Esto no es tan así por varios motivos que están vinculados al tema central de este blog: la pobreza patológica, es decir, aquella escasez de recursos materiales que el sujeto rechaza pero que su esfuerzo por evitarla es infructuoso durante largo tiempo (años e inclusive durante toda su existencia).

Cada uno de esos imaginarios mil habitantes tiene gustos parecidos pero no iguales. Lo mismo ocurre con su ambición, talento, habilidad, resistencia al cansancio, simpatía, belleza física.

Aunque estamos tentados a pensar que los gustos no deberían ser tan imperativos como para no ser dominables, lo cierto es que podemos frustrarnos por un tiempo de poseer un televisor, de usar ropa elegante, de comer rica comida, pero esa abstinencia no parará de molestarnos hasta que podamos saciarla.

Pues bien, si nacemos con gustos que en nuestra ciudad son muy costosos, tendremos que dedicar más horas o días de trabajo para poder satisfacerlos. Quienes tienen gustos casualmente más económicos, podrán trabajar menos para complacerlos y dedicar ese tiempo a realizar tareas que le generen utilidades, ganancias, ingresos.

Teniendo en cuenta que el fenómeno duplica el impacto sobre los resultados económicos (porque gasta más y gana menos), los gustos pueden ser una buena causa de la pobreza patológica, escasamente visible porque prejuiciosamente pensamos que los gustos no tienen importancia, que son fácilmente gobernables, que son insignificantes.

(1) Sobre la indolencia universal

La solidaridad perversa

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12 comentarios:

Roque dijo...

Creo que los gustos se van aprendiendo, aunque ya nacemos con algunos. De entre los que aprendemos, suelen prenderse con bastante facilidad, los gustos hacia los perfumes caros, los vinos finos, la buena ropa, etc, etc y mil etcéteras.
Hasta el gusto por un perro de raza se aprende.
Por eso yo le aconsejo a mis hijos que lleven una vida sencilla mientras los niños sean pequeños. Ellos ya tendrán tiempo de desarrollar los gustos, cuando ganen su propio dinero.

Paty dijo...

Roque quiere que su propia avaricia se traslade a toda su descendencia.

Roque dijo...

No Paty, tan sólo procuro limitar la tiranía de los más jóvenes.

Olga dijo...

Los gustos son ingobernables, y cuando no los satisfacemos se la quedan molestándonos. Así es que llegamos a vivir una vida digna pero triste.

el oriental dijo...

Si nazco en una ciudad donde mis gustos son muy costosos, trato de emigrar.

el sombra dijo...

Casualmente mis gustos son bastante económicos. Y el tiempo que me sobra lo uso en sacarme el gusto de estar panza arriba.

Antonio dijo...

Quiero salir de la pobreza patológica. Ser capaz de trabajar más horas para ganar más dinero. Y tener trabajos más rentables. Pero primero lo primero: aflojarle al Casino.

José Luis dijo...

La abstinencia es una opción que purifica.

Alejandra dijo...

Que yo sepa, la única abstinencia que purifica es un ayuno de vez en cuando.

la gordis dijo...

Ah! Si no comés te purificás... y no es lo mismo comer y después vomitar?

CHECHU dijo...

GORDIS IGNORANTE

Andrés dijo...

Se pueden tener gustos sencillos e igual tentarse con la enorme oferta de productos que se exciben a nuestro alrededor. Por eso hay que abrir cajas de ahorro, invertir, cosa que a uno no le sobre plata gracias a la costumbre de darle un destino multiplicador a ese dinero sobrante.