miércoles, 3 de agosto de 2011

La omnipotencia demasiado ridícula

El dinero no es nuestro objetivo último sino un medio para acceder al verdadero objetivo que es «tener poder». Por esto es que nos avergüenza confesar indirectamente nuestra ridícula omnipotencia.

Parece verdadero que las personas tenemos más dificultades para tratar asuntos de dinero que para tratar asuntos sexuales o de cualquier otra apetencia orgánica (comer, dormir, evacuar).

Las necesidades y los deseos tienen alguna representación mental porque podemos pensar por el estímulo que ellos nos provocan: «quiero descansar», «necesito comer», «deseo tomar clases de piano».

La necesidad o el deseo de tener dinero también pueden expresarse porque pueden ser pensados, pero hay una diferencia.

Las necesidades o deseos tienen un límite porque el cuerpo deja de tener hambre, se cansa de estar acostado, se aburre de tocar el piano, sin embargo la acumulación de dinero, la necesidad o deseo de enriquecer no tienen un tope.

Los humanos no contamos con una señal de hastío, de hartazgo, de aburrimiento respecto al dinero como sí tenemos para cualquier otro tipo de satisfacción (comer, dormir, divertirnos).

Aunque todos tenemos una similar predisposición a enriquecer, luego aparecen tres características diferenciadoras:

— Todos disponemos de diferente talento (inteligencia, habilidad, resistencia al cansancio) para producir riquezas;

— Todos disponemos de diferentes oportunidades (mercado, herencia económica y genética);

— Todos disponemos de diferente fortaleza para soportar las consecuencias sociales que implica tener dinero (pagar impuestos, defender la fortuna de los depredadores, contrarrestar las consecuencias de la envidia).

En otras palabras: todos estamos dispuestos (en cuanto a necesidades y deseos) a ser ricos, pero no todos sabemos cómo hacerlo y no todos podríamos tolerar las consecuencias de llegar a serlo.

Sin embargo, el dinero no es lo que buscamos sino el poder que él confiere.

Conclusión: los temas de dinero nos avergüenzan porque dejan ver nuestro afán de poder ridículamente ilimitado.

Nota: La imagen corresponde a una escena de la película escrita, dirigida y protagonizada por Charles Chaplin en el año 1940, donde se hace una parodia del afán de poder de Adolfo Hitler.

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El conocimiento sublime

Su majestad Don Dinero

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9 comentarios:

Alba dijo...

La clase de poder que da el dinero es muy engañosa.

Evangelina dijo...

Creí que iba a decir que nuestro objetivo último es la caridad.
Seré ilusa!

Esthefanía dijo...

Lo que es de evacuar, a mí me cuesta hablarlo un montón. Todos esos asuntos como que me los imagino y me dan un asco horrible. Ni al médico le digo las dificultades que tengo.

Lola dijo...

Observo que ud no habla de hastío respecto de la necesidad sexual. Mire que lo entiendo, eh.

Canducha dijo...

Mi marido tiene una resistencia al cansancio que no se puede creer. Llevamos 38 años de casados!!

Matías dijo...

Todo el mundo se queja de la herencia económica que le tocó en suerte: que mis viejos no me dejaron más que deudas, que algunos nacen en cuna de oro, que unos nacen con estrellas y otros estrellados. Lo cierto es que nadie se queja de la herencia genética. Nadie te dice: mi padre la verdad que era bastante corto y yo creo que lo heredé, mi madre recién se animó a poner el quiosco cuando inventaron las calculadoras. No, eso nadie te lo dice, y no te lo dicen porque no lo piensan. Lo que es yo, ya sé que soy medio burro, pero tengo el orgullo de ser el único burro que se reconoce.

Osvaldo dijo...

A mí no me interesa defender mi fortuna de los depredadores porque ud ya me hizo entender que el vandalismo genera puestos de trabajo. Y lo que es por mi mujer y mis hijos, que gasten todo lo que quieran, lo peor que puede pasar es que cuando yo me muera no hereden nada.

Eladia dijo...

Muy cierto. El afán de poder es ilimitado. Una quisiera poder con todo. Y ser ama de casa, madre, presidenta y esposa.
Me encantaría sobornar a los poderosos y hacer lo que se me venga en gana. Como los de la minera esa que iban a dejarnos un 10% y el resto se lo llevaban todo. Como si explotar las riquezas de un país fuera tan gratis. Pero bueno, ese es otro tema, la cuestión es que a mí siempre me gustó ser una reina; y que me traten como a una reina. Una tiene que conocerse y aceptar las cosas como son. Con vocación de regia ya se nace.

Oriente dijo...

Tengamos en cuenta que no sólo el dinero da poder. La belleza, la juventud, la experiencia, el saber; todo eso también da poder. Me refiero a la posibilidad de hacer cosas, a que se te abran puertas.