lunes, 19 de diciembre de 2011

La frágil lógica de hierro

Nuestras decisiones (criterios, filosofías, opiniones, creencias) referidas a la pobreza están orientadas por una lógica escasamente confiable.

Es una particularidad de nuestro pensamiento categorizar todo lo que ocurre como «normal» o «anormal».

Al realizar esta selección encontramos bienestar, alivio, satisfacción.

Apoyados en algún instinto estadístico del que estamos naturalmente dotados, decimos que lo que ocurre casi siempre es «normal» y lo que ocurre raras veces es «anormal».

Nuestro cerebro también necesita excepciones para darle mejor sabor a este alimento tranquilizador. Porque «La excepción confirma la regla» logramos incluir algunos casos que parecen escaparse del rebaño que pastoreamos (como si los casos frecuentes fueran ovejas blancas y las excepciones ovejas negras).

Pero qué nos ocurre cuando «las ovejas negras» parecen más importantes que «las ovejas blancas».

Me refiero a los ricos.

Vemos que los ricos son unos pocos si los comparamos cuantitativamente con los pobres que constituyen una mayoría abrumadora.

Esta evidencia les trae un problema a esos pocos pero ricos: inevitablemente saben que son «anormales» porque los pobres son los «normales».

En suma: si nos olvidamos de las distorsiones provocadas por las ideologías, tenemos que asumir que en la naturaleza «ser pobre» es ser «normal».

Ocurre entonces un fenómeno paradójico: los humanos «anormales» pueden revertir (o al menos generar dudas sobre) esta calificación, destinando el dinero que sea necesario para convencernos mediante el uso de recursos idóneos (propaganda, arte, adoctrinamiento educativo).

De esta manera llegamos al estado actual, en el que la mayoría (pobres) es de gente «normal» como corresponde a la lógica más elemental, pero sin embargo, nuestro pensamiento puede ser confundido al punto de aceptar pasivamente que

— los ricos son «normales»; o que
— no siempre es inconveniente ser «anormal»; o que
— es mejor ser «anormal» y peor ser «normal».

En suma 2: no podemos confiar en la lógica.

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11 comentarios:

Aldo dijo...

En nuestro afán por ceñirnos a la lógica perdemos libertad.

Leonor dijo...

Ser lógicos es bastante útil para vivir, sobretodo cuando nos asalta el miedo. En esos momentos la lógica puede ayudar.

Estela dijo...

Como lo común se vuelve normal, terminamos aceptando lo inaceptable.

Verónica dijo...

Estamos acostumbrados a que mucha gente tenga que sobrevivir con lo mínimo, por eso nos consideramos dichosos sólo con tener un poco más.

Alberto dijo...

La riqueza y la pobreza no se puede calificar de normales o anormales.

Natalia dijo...

Formando parte de la mayoría nos sentimos más seguros; quizás por eso algunos de nosotros elejimos inconscientemente la pobreza.

Hugo dijo...

Es lamentable, pero no existe una buena receta para tomar buenas decisiones.

Valentina dijo...

El instinto estadístico se desarrolla en paralelo con el temor al ridículo. Siempre estamos pendientes de lo que hace la mayoría para no hacer papelones y suponiendo de que así nos equivocaremos menos.

Diana dijo...

Conozco a unos cuantos que cultivan la anormalidad.

Diana dijo...

Conozco a unos cuantos que cultivan la anormalidad.

Oriente dijo...

Deberíamos frenar esa compulsión a categorizarlo todo.