miércoles, 14 de diciembre de 2011

La oposición de intereses bajo control

No conocerse a sí mismo (1) es peligroso para la sociedad porque ignoramos nuestra saludable agresividad.

En otro artículo (2) pasé muy bien comentando la relación que supuestamente existe entre las novelas policiales y el odio a nuestro padre porque se lleva las culpas de todas las frustraciones infantiles.

Los sentimientos que inspira nuestro padre parecen peores porque contrastan con los que inspira nuestra madre.

Pensemos en que la «figura materna» suele estar asociada a lo gratificante de la existencia: alimentación, abrigo, caricias, abrazos, arrullos, tolerancia, comprensión, compañía, solidaridad, alivio.

La «figura materna» es una imagen psíquica vinculada con lo bueno que recibimos. Ella parece más buena de lo que es porque contrasta con la «figura paterna» que asociamos con las insoportables responsabilidades, cumplir y hacer cumplir la ley, «ponerle el pecho a las balas» o los glúteos a las espeluznantes inyecciones.

El odio feroz que nos inspira este culpable de todas nuestras desgracias (papá) nos llena de preocupación porque tenemos claro que a tan corta edad moriríamos si tuviéramos que prescindir de su ayuda.

Aumenta nuestra desesperación percibir que los adultos son telépatas.

Efectivamente, cuando somos niños tenemos el convencimiento que ellos nos leen la mente porque no nos damos cuenta aún que somos muy obvios en nuestros gestos. Por ejemplo, no es tan portentoso para un adulto darse cuenta que deseamos comer caramelos si ponemos cara de éxtasis ante las golosinas de un kiosco.

Si suponemos que también se enteraron de nuestros deseos homicidas, tratamos de disimular (ocultar) adulando, siendo hipócritas y hasta autoconvenciéndonos de que ese grandote es un buen tipo.

Entre quienes esto no mejora (inmadurez), encontramos trabajadores adulones, delatores, no sindicalizados, incapaces de asumir que se oponen a los intereses del empleador (cliente) pero que igualmente serían confiables si se conocieran a sí mismos.

(1) Conocerse y responsabilizarse habilita más poder
Mariposas en el estómago
Gente que ladra, no muerde
(2) La inadaptación al «maldito» dinero y la pobreza

●●●

13 comentarios:

Elbio dijo...

Ignorar nuestra propia agresividad es una situación que puede ir de la mano de exagerar la agresividad que le adjudicamos a los demás. La agresividad que sin dudas sentimos, la ponemos afuera porque nos culpabiliza demasiado y/o perjudica la imagen que tenemos de nosotros mismos.

Selva dijo...

Aún teniendo los mismos intereses, podemos estar con la agresividad a flor de piel, como a menudo le sucede a los matrimonios.

Isabel dijo...

La oposición de intereses está presente en lo que hacemos. Muchas veces me dicen "tú no trabajas porque amas lo que haces", pero el trabajo nos enfrenta a la realidad. Lo gratificante de mi trabajo me conecta a lo agradable de la existencia, aunque no deja de ejercer una presión sobre mí que me obliga y me responsabiliza; es decir, me conecta con la ley, con la frustración, la represión, la necesidad de postergar la satisfacción.

Hugo dijo...

Ser consciente del fastidio me previene de ir al choque. Puedo tomarme un tiempo para pensar y reaccionar de la forma más conveniente a mis intereses.

Olga dijo...

Algunos sentimientos más vale disimularlos.

Nelson dijo...

Tiene razón, mi empleador es mi cliente en tanto compra mi fuerza de trabajo.

Mariana dijo...

Una sociedad matriarcal nos conectaría más a lo gratificante de la vida.

Anónimo dijo...

Reconozco que la agresividad me lleva a ser injusto, pero me ayuda a impedir abusos.

Marcos dijo...

No tendríamos que aferrarnos tanto a los finales felices; eso nos lleva a falsear la realidad. Queremos vendernos el verso de la convivencia en paz, la empresa que es una familia, el empleado con la camiseta de la empresa... Lo peor es que nunca terminamos de creerlo y nos quedamos a mitad de camino, sin la posibilidad de tomar decisiones inteligentes.

Yoel dijo...

Los amigos forman parte del grupo "figura materna".

Lautaro dijo...

Cuando le tememos a un superior podemos reaccionar subordinándonos de una manera repugnante por lo explícita. Lo hacemos para que esté bien seguro de que no nos constituiremos en una amenza. De esa manera esperamos evitar sus aterrorizantes ataques.

Carla dijo...

Ignorando nuestra propia agresividad, lo que hacemos es permitir que ella actúe por encima de lo conveniente y dándonos el lujo hacernos los desentendidos.

Shanti dijo...

De chica mamá me decía que era una niña con el aura oscura.