domingo, 18 de marzo de 2012

La estupidez rentable

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Los juegos de azar son muy rentables gracias a la incompetencia matemática y al nivel primitivo del pensamiento de los apostadores.

En otro artículo (1) decía que las sociedades, ante el hecho de que no pueden prohibir que los ciudadanos organicen y participen en juegos de azar, se conforman con reglamentarlos.

Los Estados (como cualquier otro individuo) apelan de este modo a la pragmática consigna según la cual «Si no puedes con él, únetele». Desembocamos de este modo en que a los «enemigos» se los combate enfrentándolos o aliándonos con ellos.

Desearía conocer a la persona que pueda explicar razonablemente cómo podemos tener actitudes tan opuestas para un mismo asunto (lidiar con los enemigos, con los problemas, con las circunstancias adversas).

Pero luego de haber decidido aliarse con el problema y optar por reglamentar los juegos de azar, aparecen otros motivos para haber tomado esa decisión.

Los juegos de azar son increíblemente rentables para quienes los organizan. Esta segunda causa de intervención estatal es el afán recaudatorio de las instituciones fiscales.

¿Por qué los juegos de azar son tan rentables?

La respuesta es cruel pero tenemos que aceptarla con humildad: la rentabilidad aumenta junto con la estupidez de los apostadores.

Nuestra incompetencia matemática es proverbial y, como si esta no alcanzara, los sistemas educativos de todas las naciones no hacen otra cosa que profundizarla logrando que el 99% de los alumnos seamos unos fracasados irreversibles en esa destreza intelectual.

La estupidez de los apostadores no solamente surge de un cálculo de probabilidades muy alejado de la certeza matemática sino también de funcionamientos mentales primitivos (pensamiento mágico, creencias religiosas, supersticiones) que aún predominan en casi todos nosotros.

En mi búsqueda de las causas de la pobreza patológica suelo encontrar que estamos mejor predispuestos para perder que para ganar.

(1) ¿Qué libertad aporta el dinero?

(Este es el Artículo Nº 1.497)

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9 comentarios:

Evaristo dijo...

Creo que reglamentar no es aliarse. Puede ser una forma de combatir, respetando la libertad individual. Reglamentar ha demostrado ser más eficaz a la hora de desestimular, que prohibir. A la reglamentación se le puede agregar un programa educativo, que entre otras cosas promueva el debate del asunto.

Roberto dijo...

Cuando el juego se convierte en ludopotía, no podemos pensar que el mecanismo preponderante que aliente la necesidad de jugar sea la incompetencia matemática o el pensamiento mágico. Es un vicio como cualquier otro. En este caso específicamente, lo que el adicto encuentra es un enorme estímulo tras la secreción de adrenalina. Por este motivo se vuelve adicto a la experiencia.

Carlos dijo...

Ni aliado, ni combatiente.
Estoy en otra.
Estoy por la mía.

Estela dijo...

Si queremos resolver un problema, tarde o temprano vamos a tener que tomar una postura. Podemos debatirlo internamente y con otras presonas, pero si queremos solucionarlo, después del debate vamos a tener que hacer algo. Desde el momento que decidimos hacer, tendríamos que ser conscientes que la solución no será perfecta. Incluso nos traerá nuevos problemas. Por eso muchas veces nos quedamos en el debate, sobre todo cuando el problema es, fundamentalmente, de otros.

Damián dijo...

Desde muy pequeños se nos puede predisponer para perder o para ganar. Aunque lo mejor sería salirse de esa disyuntiva.

Lucas dijo...

Que el estado recaude es mucho mejor a que lo hagan particulares.

Ingrid dijo...

La mayoría de los que juegan, no son adictos al juego, y si lo fueran, su adicción no llega a un nivel que genere grandes problemas. Asimismo, estas personas por lo general son víctimas de la estupidez que ud comenta, unida a un pensamiento mágico primitivo. Para completarla, son los típicos candidatos a la pobreza patológica, individuos que no eligen una vida frugal sino que desean todo lo que desea la mayoría. Su escala de valores no está en conflicto con la ideología dominante... sólo que son más tontos o más débiles como para triunfar manejándose con ella. Son personas que en apariencia necesitan ayuda pero no la piden ni la aceptan.

Facundo Negri dijo...

Parecería que usamos los juegos de azar para convencernos de nuestra mala suerte.

Anónimo dijo...

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Tratándose de jugar, la esperanza es lo primero que se renueva.