miércoles, 20 de junio de 2012

El cáncer y la ambición



Si la multiplicación de los panes atribuida a Jesús estimuló la ambición mercantilista, el actual temor al cáncer la desestimula.

Según cuentan los cuatro evangelistas, en dos oportunidades Jesús multiplicó los pocos panes y peces que tenía su pueblo para alimentar a miles de personas.

Aunque no sé si alguna vez lo leí, me lo contaron o lo deduzco aplicando mi lógica psicoanalítica, este milagro no solamente impresionó vivamente a los cuatro o cinco mil comensales de la ocasión, sino que también generó un sentimiento de ambición en quienes, siglos después, vieron aquel fenómeno como un hecho que podría optimizar la rentabilidad mercantil de sus emprendimientos.

Mi deducción se guía por cómo funciona la mente y también teniendo en cuenta, por ejemplo, las cosas que hacían los respetables alquimistas para convertir en el codiciado oro sustancias que químicamente estaban muy lejos del preciado metal.

Una pregunta que puede encontrarse en la mente de un pragmático capitalista es: ¿Lo de Jesús fue un milagro o un truco? En este caso, ¿podremos repetirlo?

De hecho algo de eso ocurrió porque el capitalismo se ufana de multiplicar las inversiones mediante la aplicación de ciertos criterios económicos (interés, productividad, marketing).

Por lo tanto, la milagrosa «multiplicación de los panes y de los peces», realizada por el famoso personaje (Jesús), podemos encontrarla hoy en día parcialmente lograda con las técnicas de cultivo intensivo, fertilizantes, genética, entre otras.

En suma: aquel maravilloso fenómeno de multiplicación alimentaria, pudo (y puede) estimular la búsqueda de otras formas de «multiplicación».

Las personas ambiciosas suelen tener un deseo insaciable de multiplicar su patrimonio.

Hipótesis: El cáncer, que por una mayor longevidad promedio se ha convertido en la enfermedad más temida, puede estar desestimulando el deseo de multiplicar las pertenencias en tanto se parece demasiado a la mortífera multiplicación celular.

(Este es el Artículo Nº 1.588)


12 comentarios:

Magdalena dijo...

Puede que queramos desestimular el deseo de multiplicar nuestras pertenencias. Aún pagando altísimos costos. Aumentar nuestras pertenencias, cuando esto es innecesario, nos puede dar mucho temor. Temor a que eso nos volvamos más egoístas y por tanto, nos quedemos más solos.

Lautaro dijo...

Yo creo que el temor va por el lado de no saber qué hacer con el aumento de nuestro patrimonio. La palabra patrimonio nos sugiere pater familia, padre. Si aceptáramos que el rol paterno consiste en marcar la ley, más patrimonio podría significar más leyes, estar más atado por más leyes y prohibiciones. Reglar nuestra vida más de lo que ya está reglada.

Luis dijo...

Si multiplico mi patrimonio, quizás mi cuerpo pueda hacer lo mismo y se ponga a multiplicar células de manera desordenada (cáncer). La palabra ¨desordenada¨ es clave. La multiplicación ordenada de las células implica crecer o reponer las células muertas, pero cuando es desordenada, es maligna. Si creemos que no sabremos manejar nuestro patrimonio de forma ordenada, no es descabellado que nuestro cuerpo prefiera elegir el cáncer y hasta la muerte, antes que un caos lleno de angustia.

Evaristo dijo...

Me parece acertada la hipótesis de Mieres y de Luis. Pienso que también podría pasar que de manera inconsciente elijamos multiplicar las células en lugar del patrimonio. De hecho, si estamos enfermos de cáncer, en muchas ocasiones tenemos que dejar de trabajar, o al menos suspender nuestro trabajo por un tiempo. Entonces dejamos de producir y de aumentar el patrimonio.

Mª Eugenia dijo...

¿Será que las personas ambiciosas no le temen al cáncer?. ¿O pensarán que agarrándose un cáncer detendrán su ambición? ¿Algunas preferirán un cáncer al suicidio?
El cáncer tiene la ventaja, frente al suicidio, de que hay una esperanza de cura. ¿Las personas que enferman de cáncer, serán suicidas esperanzados? ¿Serán personas que quieren detener la velocidad del aumento de su patrimonio pero sin dejar de producir?
Sé que todo esto parece muy loco. Para mí se trata de pensar aplicando los conocimientos que nos aporta el psicoanálisis y la psicosomática. Y por supuesto, no son más que hipótesis.

Marcos dijo...

En la época de Jesús era necesario estimular la ambición mercantilista, porque sin el comercio, sin el intercambio de bienes, muchas regiones del planeta quedarían desabastecidas. Actualmente el comercio está muy desarrollado, pero antes había que estimular su desarrollo.

Luján dijo...

Sin embargo Jesús dio un mensaje ambiguo. Según los Evangelios él hechó a los mercaderes del templo. Quizás su postura era que no se podía comerciar con el hambre, que todos tenían derecho a comer, no sólo los ricos.

Ernesto dijo...

También cuenta el Nuevo Testamento, que Jesús multiplicó el vino en una boda. María dudó si eso era adecuado pero Jesús le dijo: mujer, deja que yo me ocupe de mis cosas. ¿Cuáles eran sus cosas en esa ocasión? Podríamos dar muchas respuestas diferentes. Desde mi punto de vista me inclinaría a decir que sus cosas eran PRODUCIR. Producir cambios, lograr que el pueblo lo siguiera, cambiar la moral de su época. Él era un árbol que podía producir frutos; así se sentía. Y no le temía a ese deseo.

Eduardo dijo...

Los insaciables alquimistas deseaban producir oro, por su enorme valor económico, pero además desaban producir cambios en ellos mismos. Consideraban que la práctica de la alquimia era un camino que los conducía a la superación personal, que los acercaba a la perfección. Esa ambición, ese deseo de producirse más y mejor, era una forma de aumentar su patrimonio, su sabiduría.

Ingrid dijo...

Creo que los pragmáticos capitalistas buscan, en muchas ocasiones, algo similar a lo que buscaban los alquimistas. Si más tengo, más valioso soy. Generar capital me hace mejor persona, me permite generar puestos de trabajo y enriquecer a mi familia.

Anónimo dijo...

¿Cuál es el título habilitante para meter algún comentario que no desentone demasiado?

Gabriela dijo...

De lo que se trata, Anónimo, es que se publiquen comentarios que desentonen demasiado. Para obligarnos a pensar más y mejor.