viernes, 22 de junio de 2012

El lavado de dinero o de imagen pública



El «lavado de dinero» se parece al «lavado de imagen pública». En un caso se intenta disimular su ilegalidad y en el otro, su mala fama.

Falsificar dinero no es una tarea sencilla.

Las empresas legales dedicadas a fabricarlo toman infinidad de precauciones para que cualquier imitación sea fácilmente detectada.

Cuando unos pocos estafadores logran hacer copias ilegales de gran calidad, tienen que enfrentarse a un segundo desafío: canjearlo por dinero legal, en primer lugar para recuperar la fortuna que se gastaron en logran tan buen trabajo y en segundo lugar para poder disfrutar algún día las ganancias del delito.

Los esforzados delincuentes tienen otra forma de ganar dinero pero sin incurrir en la complicada falsificación.

La lucha contra el delito cada vez cuenta con mayores recursos tecnológicos para desestimular fechorías tales como narcotráfico, contrabando de armas, evasión fiscal, prostitución, extorsión, secuestro, terrorismo.

Esos recursos consisten en detectar el recorrido del dinero mal habido para evitar que las ganancias de los delincuentes puedan ser disfrutadas.

Los delincuentes por su parte también compiten pensando, estudiando y tratando de lograr lo que se denomina «lavado (o blanqueo) de dinero», «legitimación de capitales», «lavado de activos».

Mediante este procedimiento, («lavado...»), los delincuentes intentan, y muchas veces logran,  burlar el seguimiento que les hace la policía financiera.

Existen otras formas de «lavado» que tampoco usan agua y jabón. Me refiero al «lavado de una mala imagen pública (desprestigio)».

En este caso se trata de un proceso similar al que realiza el marketing para que el imaginario popular opine favorablemente de una determinada marca, producto o  persona. El «lavado de imagen» procura eliminar el desprestigio provocado por algún evento desafortunado (denuncia penal, rumor, sospecha).

En suma: tanto el dinero mal habido como la imagen pública deteriorada pueden ganar aceptación social mediante algún tipo de «lavado».

(Este es el Artículo Nº 1.589)

8 comentarios:

Alba dijo...

Algunas personas se levantan a la mañana, se lavan la cara y salen a conquistar el día.
Otras personas se lavan la cara cuando apenas amanece. Y se la vuelven a lavar al mediodía. También se la lavan después de tomar el té. Y se la lavan cuando aparece la luna. Pero siempre, siempre, siguen con la cara sucia.

Yoel dijo...

Si formás parte de una minoría despreciable. Si además no sos exitoso o tenés algún talento a ojos vista, aunque más no sea para jugar a la bolita. Por más que te laves la cara, te van a mirar sucio.

Maristela dijo...

Todos tenemos una imágen pública, por más pequeñita que sea. (o casi todos, porque el que de verdad nunca la tuvo, llega un día que la tiene porque sale en los diarios, como esas personas que estuvieron encerradas cuarenta años por culpa de un progenitor malvado o loco).
Con esa imágen pública que tenemos vamos a un lado, y después vamos a otro. Como por suerte es muy chiquita, cuando vamos a otro lado la podemos cambiar y nadie se da cuenta.

Lautaro dijo...

Los que tienen una imágen pública gigante, tienen que gastar mucho dinero para lavarla.

Gabriela dijo...

Los esforzados delincuentes se encuentran con la esforzada fuerza pública y ambos se esfuerzan por liquidarse.

Martín dijo...

Los desafíos de los estafadores me dejan perplejo. Brutos desafíos!!! Hay que ser jugado para poner toda la carne en el azador.
Los estafadores que además son jugadores, se la juegan el doble.

Rodrigo dijo...

La mejor forma de disimular el dinero mal habido o la mala fama, es camuflarse como el camaleón.

Silvia dijo...

Falsificar lleva más trabajo que hacer el original, porque tenés que trabajar a oscuras.