domingo, 24 de junio de 2012

La inocencia del corrupto



Los sobornos ocurren porque quienes diseñan las estructuras administrativas desconocen su propia condición de corruptos.

Un soborno es el estímulo que provoca una alteración en el cumplimiento del deber.

Esta figura delictiva parece haber nacido entre los empleados del estado, quienes dejan de cumplir sus obligaciones y caen en infidelidades respecto a los intereses del organismo donde trabajan a cambio de algún beneficio (dinero, obsequio, promesa).

Por ejemplo, un ciudadano logra una cierta autorización que estaba reglamentariamente prohibida porque el funcionario encargado de custodiar el cumplimiento de esa norma ignora su obligación a cambio de alguna dádiva que el excepcionado otorga.

Es normal que las pocas veces que sabemos de estos casos, se genere una cierta conmoción, escándalo, rumores.

Digo «las pocas veces que nos enteramos» porque seguramente la mayoría de los sobornos no se conocen y de los pocos que se descubren, la propia institución trata de ocultarlos para no desmerecer su prestigio.

La inconducta de nuestros funcionarios públicos ocurre porque aún no aplicamos el «conócete a ti mismo».

Me explicaré mejor:

Quienes diseñan las administraciones públicas, quienes aprueban ese diseño  y quienes finalmente asumen las responsabilidades de cada rol, no conocen al ser humano porque tampoco se conocen a sí mismos.

Si fuera habitual que desde pequeños nos enseñaran que el ser humano es débil, con una moral frágil, que todos somos potencialmente malos ciudadanos, nos criaríamos con una noción realista de cómo somos y cada uno de nuestros actos estaría guiado por esas premisas: el ser humano es falible, deshonesto, mentiroso, infiel y otros atributos por el estilo.

Las organizaciones son pensadas para un ser humano que no existe y cuando se descubren infidelidades o sobornos, tildamos al pobre funcionario público de corrupto en vez de acusar a los organizadores de ignorantes, ingenuos e irresponsables.

Otras menciones del concepto «Conócete a ti mismo»:

           
(Este es el Artículo Nº 1.591)

12 comentarios:

Elbio dijo...

Simplemente tendríamos que tener en cuenta que ¨nada de lo humano me es ajeno¨.

Gabriela dijo...

Si el soborno provoca una alteración en el cumplimiento del deber, deberíamos pensar un poco qué es el deber. Dando una definición completamente incompleta, podríamos decir que el deber implica una acción obligatoria. Podemos agregar que cumplir con el deber genera en nosotros un sentimiento de honor, nos hace honorables. Por lo tanto no cumplir con el deber, nos llevaría a perder nuestro honor. El honor es actualmente considerado un derecho humano vinculado a la imágen pública y la intimidad.
O sea que el deber, lo obligatorio, se vincula al honor, la imágen pública y la intimidad. Pero la imágen pública se contrapone a la intimidad. Lo íntimo no forma parte de la imágen pública. El deber sí se vincula más a la imágen pública. Si cumplimos con nuestro deber seremos aceptados socialmente.
Podríamos concluír, de manera un poco apresurada que el deber no respeta nuestra intimidad, y que nuestro honor está basado en esa falta de respeto a nuestros deseos más íntimos.

Mª Eugenia dijo...

Entonces, por lo que dice Gabriela, ¿deberíamos dejar se ser honorables? ¿nos perjudica ser honorables? ¿nos aleja de nuestros verdaderos deseos?

Fabricio dijo...

Pienso que no, Eugenia, porque un deseo verdadero es permanecer dentro de la horda para protegernos y conseguir alimento.

Norton dijo...

Los empleados del estado, están al servicio de todos. Si son corruptos nos perjudican a todos. Se benefician a si mismos y dejan a la luz el conflicto entre el interés particular y el interés público.

Ingrid dijo...

Si hubiésemos resuelto el conflicto entre el interés público y el privado, casi no habría nada más que solucionar.

Elena dijo...

Para mí, cuando coincide el interés público con el privado, aparece eso que llamamos solidaridad.
Lo que más íntimamente deseamos (ser amados), es logrado a través del amor al prójimo.

Lautaro dijo...

Ahora que Elena habla de amor, se me viene a la cabeza la palabra infidelidad. Mieres dice que los empleados públicos ¨dejan de cumplir sus obligaciones y caen en infidelidades¨. Cuando no se cumple con la obligación se puede ser infiel. Infiel en beneficio propio.
Pero si tenemos en cuenta que las obligaciones a menudo (o siempre), contradicen nuestro deseo. Ser infiel implicaría ser fiel a nuestro deseo.

Lola dijo...

Por esto que dice Lautaro, es que el matrimonio me parece algo bastante complicado. ¿Cómo podemos saber a partir de un día y para siempre, cuáles serán los derroteros, los caminos, de nuestro deseo?

Evangelina dijo...

El deseo y la razón están íntimamente relacionados. Por lo tanto el deseo se vincula también, de alguna forma al deber.

Margarita dijo...

Necesitamos vivir en una sociedad organizada. Para organizarla usamos todo nuestro cuerpo, incluídos instintos, pulsiones, deseos, necesidades, razones.
El cumlimiento del deber y la incorruptibilidad, son insumos necesarios para organizar la sociedad. Pero lo demás sigue estando. Agazapado o más o menos libre. Está, siempre está, a la luz o en la oscuridad.

Selva dijo...

En la escuela se nos enseña más como deberíamos ser, que como somos.
Una vez me llamó la maestra de mi hijo, quien además era estudiante de psicología, para decirme que él debería ir a una escuela especial, para niños con problemas de conducta. Ella estaba muy enojada y me señalaba con el dedo índice. En determinado momento yo también me enojé y le dije: pero ud no se da cuenta de que a la mayoría de los niños no les gusta ir a la escuela!