viernes, 15 de junio de 2012

Preferimos la escasez a la abundancia



Es probable que los seres humanos nos adaptemos mejor a la escasez (pobreza) que a la abundancia (riqueza).

La sabiduría popular no tiene inconveniente en contradecirse. Tanto nos dice:

«Lo que abunda, no daña», como
«Lo bueno, si es breve, dos veces bueno».

Quizá sea este desparpajo de contradecirse sin sentir vergüenza lo que le ha merecido la denominación de «sabiduría».

Dependiendo de a qué nos estamos refiriendo, la abundancia puede ser beneficiosa o perjudicial.

La abundancia de comida es diferente a la abundancia de lluvias. Cuando abunda la comida quizá tengamos que comer lo mismo muchos días o, peor aún, tengamos que tirarla porque deja de ser comestible. Cuando abundan las lluvias, saldremos de una eventual sequía pero de continuar, seremos perjudicados por las inundaciones.

Un chiste que nos provoque risa, dejará de hacerlo si se hace demasiado largo; un bello viaje tiene que terminar algún día para que no se convierta en destierro; el sueño reparador se torna insoportable cuando tenemos que permanecer postrados por mucho tiempo.

Más allá de estas reflexiones sueltas, referidas a la abundancia y a la brevedad, es posible pensar que cada uno de nosotros tiene una personal forma de evaluar las cantidades.

Algunos tuvieron mejores experiencias con la abundancia o sufrieron imborrables malestares por culpa de alguna carencia. Otros padecieron circunstancias donde predominó la desmesura o fueron muy felices con la vida frugal.

Quizá todos conocemos algún punto de equilibrio con el que nos sentimos bien, pero ocurre que los equilibrios son tan inestables, fugaces y breves, que la mayor parte del tiempo lo pasamos en situación de carencia o abundancia.

Me animaría a decir que el ser humano está mejor preparado para resistir ciertas carencias que para adaptarse a la abundancia duradera.

Quizá la abundancia sea más inhóspita para nuestra especie.

(Este es el Artículo Nº 1.584)

14 comentarios:

Gabriela dijo...

Completamente de acuerdo: contradecirse sin sentir vergüenza es sabiduría. Si no le permitimos a las contradicciones habitar nuestros pensamientos, perdemos libertad para pensar. Empezamos a movernos en lógicas duras, esquemáticas. Vemos en blanco y negro, perdemos los matices. Vemos la contradicción como una afrenta, sobre todo si el que nos contradice es el otro. Vemos la contradicción propia como una debilidad, una falta de consistencia.
No es así. Tenemos que habilitar el dinamismo del pensamiento.

Omar dijo...

Gabriela dice: si no permitimos...
tenemos que...
Está planteando la posibilidad de un pensamiento libre, cuando el pensamiento está determinado, porque nuestro pensamiento es parte de lo que somos.

Norton dijo...

Es fácil adaptarse a la pobreza, por eso la pobreza es peligrosa.

Damián dijo...

Los dos aforismos que plantea Mieres aluden a verdades y sin embargo entre si se contradicen. Todo depende de la circunstancia.
En general, si en una fiesta abunda la comida, no daña. En general, si un discurso es breve y sustancioso, es dos veces bueno.
Por eso no podemos analizar nada si no lo analizamos dentro de su contexto.

Jorge dijo...

Nuestra forma de evaluar las cantidades también varía según la circunstancia. Para quien ha pasado mucho tiempo sin tener sexo, comenzar a tenerlo dos veces a la semana puede ser abundante. Para quien acostumbra practicarlo todos los días, dos días sin sexo pueden ser sentidos como escasos.

Roque dijo...

Pensando en lo que dice Jorge, creo que también la evaluación de las cantidades depende en buena medida de la edad. Por ej. la cantidad de horas que necesitamos dormir, varía con la edad.

la gordis dijo...

Las experiencias que tuvimos con ciertas carencias y ciertas abundancias, nos determina bastante. Una madre que durante toda la infancia nos ha obligado a comer demasiado, puede hacernos sentir esa abundancia como insoportable. Lo mismo al revés.

Elena dijo...

Me asusta mucho, casi podría decir que me aterroriza, la falta de equilibrio entre la abundancia y la escasez. Pasar de la abundancia de alegría a la escasez de la misma, me ha resultado muy doloroso. Le temo a la tristeza cuando estoy feliz y cuando estoy triste. En el último caso, mi temor es a que no termine nunca; en el segundo, el temor es: ¿cuándo se terminará esta alegría?, en algún momento se detendrá... ¿y si se detiene por siempre?

Lautaro dijo...

Algo parecido a lo que le pasa a Elena con la alegría y la tristeza, me pasa a mí con el éxito y el fracaso.

Ingrid dijo...

Conocidos poetas han dicho:
¨tristeza nao tem fim, felicidade sim¨
¨defender la alegría (...) y también (defenderla) de la alegría¨
Son frases que nos dejan pensando. La primera no me parece del todo correcta, no del todo concordante con la realidad; mas bien expresa un estado de ánimo.
La segunda creo que es más cierta. ¿Cómo defender la alegría de la alegría? ¿Qué es eso?
Podría ser que la alegría asentada sobre pilotes que no son firmes, podría terminar por desmoronarla.

Ernesto dijo...

Creo que la abundancia ha demostrado ser inhóspita para nuestra especie. Por ej, la sobreabundancia de comida genera indiferencia. Indiferencia hacia quienes carecen de la comida suficiente. Además puede provocar algunas enfermedades como obesidad, colesterol, diabetes, bulimia/anorexia.

Lucas dijo...

La carencia a veces es un motor más eficaz que la abundancia.

Luis dijo...

La abundancia de responsabilidades, presiones, carencias, dificultades, temores, puede producir estrés. El estrés es un caldo de cultivo para muchas enfermedades.

Lola dijo...

La abundancia de mujeres es inhóspita para nuestra especie. Pero quizá también pueda decirse lo contrario; que también lo es la abundancia de hombres. No sé con cual de las dos posibilidades me quedo.