martes, 16 de abril de 2013

El miedo negado se duplica




Cuando negamos sentir miedo su intensidad se duplica pues el instinto de conservación no puede privarse de él.

La negación es un mecanismo de defensa con el cual logramos imponerle a nuestra percepción una orden contraria a la que está ejecutando. Decimos «Esto no me está pasando a mí»; «Pensé que iba a perder mucho más»; «Querer es poder»; cuando la indignación ante una injusticia nos sobrepasa, quizá digamos «Algo habrá hecho» (el injustamente acusado).

La negación es un poderoso estímulo para ignorar pues de esta forma podemos negar hechos, opiniones, certezas, contrarios a nuestro deseo.

Por el contrario, contar con una amplia información equivale a tener una caja con herramientas adecuadas para resolver muchos problemas, defectos, roturas.

Desde mi punto de vista es una «herramienta» especialmente útil conocer, saber, estar enterados, de que los seres humanos tenemos miedos.

Padecemos miedos realistas cuando percibimos una caída persistente de la aeronave que nos transporta y padecemos miedos imaginarios cuando suponemos que algo es peligroso pero no tenemos pruebas de ellos.

El miedo es una sensación que la naturaleza nos instaló para complementar el instinto de conservación. Las personas que tienen debilitada esa reacción defensiva está expuestas a padecer accidentes lamentables.

Parece un error grave negar las sensaciones de miedo y sin embargo nuestra cultura nos induce a que nos avergüence sentirlo.

Todo indicaría que reconocer, aceptar, asumir, que el miedo es un sentimiento propio de una persona mentalmente sana nos permite convivir con él. Por el contrario cuando tenemos la mala idea de negarlo (porque la sociedad se burla de nuestra «cobardía», por ejemplo), la intensidad del miedo se duplica pues el instinto de conservación nos advierte que «estamos jugando sin golero», es decir que corresponderá aumentar la intensidad del miedo para que igual funcione a pesar de negarlo.

(Este es el Artículo Nº 1.851)

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