domingo, 5 de mayo de 2013

El mercado laboral terrenal

 
Pagamos con satisfacción a quien produce bienes y servicios que realmente necesitamos, de buena calidad, entregados oportunamente y con precio razonable.

En muchas personas existe la creencia en que para ganar dinero honestamente tenemos que hacer méritos hasta que los beneficiados por nuestra devoción hacia ellos los obliguen a retribuirnos.

Si le costó entender lo que quise decir, entonces usted no pertenece a ese grupo de trabajadores que solo cobran lo que les pagan, incapaces de asignarle un valor a lo que producen, alejados de otros colegas con quienes pueden juntarse para defender mejor los intereses que profesionalmente comparten.

Aunque el Diccionario de la Real Academia Española aún no lo ha validado, (cursa el año 2013), ya podemos usar la palabra «meritocracia», la que etimológicamente querría decir: «gobierno ejercido por quienes tienen mayores méritos».

El eslogan más antiguo y convincente de esta idea dice: «Ayúdate que te ayudaré», con lo cual quiere decirse, entre otras cosas, que primero tenemos que hacer méritos para luego recibir el premio merecido.

Dado el contexto básicamente religioso del eslogan el empleador universal es Dios, a quien por definición se le atribuyen las aptitudes de saberlo todo y de ser perfectamente justo.

Para quienes se adelantan a los acontecimientos, (a la propia muerte), y suponen que ya están viviendo en el Paraíso, es lógico pensar que el mercado laboral está regido directamente por el Jefe Máximo (Dios).

Pero no es así: el mercado laboral del planeta Tierra tiene otra lógica, más fría, menos mágica, con un criterio de justicia que NO es divino.

Entre los que aún seguimos vivos, se le paga a quien produce bienes y servicios solicitados por el comprador (empleador, cliente), en proporción a la buena calidad, a la oportunidad (no en cualquier momento sino cuando son pedidos) y con precio razonable.

(Este es el Artículo Nº 1.870)


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