lunes, 27 de mayo de 2013

Según parece hay que esperar




Casi ningún joven obtiene una calidad de vida digna y estable. Estos logros vienen con las canas, después de la quinta década.

En otro artículo (1) les comentaba algunas características de los préstamos pactados a muy largo plazo, 25 años, por ejemplo. El ejemplo utilizado refería a la compra de una vivienda.

El caso también puede ser comentado desde el punto de vista del ahorro, es decir, quienes compran una casa mediante un préstamo a largo plazo logran mejorar su patrimonio, pues en la juventud comienzan a pagar una cuota mensual y cuando cancelan el préstamo se encuentran con un capital muy superior al que tenían al principio.

Algo similar ocurre con las retenciones de los sueldos que hacen los institutos previsionales.

Estos son autorizados por nosotros a quedarse con una parte de nuestros ingresos mensuales y cuando terminamos la etapa laboral, a los 60, 65 o 70 años, según los sistemas previsionales, comienzan a pagarnos una mensualidad que eventualmente puede ser suficiente para cubrir todas nuestras necesidades sin que debamos trabajar (jubilación, pensión, retiro).

Algunas personas disfrutan haciendo alarde de mucha fuerza de voluntad, de disciplina inquebrantable, de un gran tesón, pero lo cierto es que la perseverancia es una condición propia de muy pocas personas y, parece una paradoja, no está presente en quienes se ufanan de ser muy pacientes, tenaces, persistentes.

La mayoría de las personas necesitamos alguna ayuda para obtener logros tan importantes, que tanto dependen de un trabajo de hormiga, de avances milimétricos que se observan en tiempos aburridores, interminables, monótonos.

Algo parece ser una constante: casi ningún joven obtiene una calidad de vida digna y estable. Estos logros vienen con las canas. Quizá podamos encontrar que recién después de la quinta década de existencia podamos ver una razonable disponibilidad económica.

Según parece, hay que esperar.

 
(Este es el Artículo Nº 1.892)


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