viernes, 10 de mayo de 2013

Un útero vale por mil cerebros



 
Un útero vale por mil cerebros porque gestando ellas logran una maravillosa sensación de trascendencia que los varones envidiamos.

Una imagen vale por mil palabras, un símbolo vale por mil imágenes y un útero vale por mil cerebros.

Las dos primeras sentencias corresponden a un adagio chino, la tercera es un agregado que hice yo y que trataré de fundamentar en este artículo.

Una vez que los varones logramos encontrar el equilibrio entre la necesidad de fundar una familia y los ingresos económicos suficientes, aparece la segunda etapa de la vida masculina, con una pregunta a prueba de genios: «¿Qué estoy haciendo en este trabajo de mierda?».

Los varones jóvenes son unos desastres. A ellos se aplica mejor que a nadie aquel otro adagio de nacionalidad desconocida que dice: «Para quien está desorientado todos los caminos le dan lo mismo».

Sin embargo las mujeres tienen todo resuelto. Ellas quieren ser madres y la humanidad entera quiere que sean madres. Esa fuerte confluencia de intereses les allana el camino.

Si las mujeres se angustian es porque no saben quién podrá fecundarlas pues ahí se encuentran con una legión de varones desorientados, que no saben lo que quieren, que empiezan a estudiar algo de rápida inserción laboral pero que es patéticamente aburridor, desearían hacer algo más concreto pero resulta que ese sector está superpoblado de potenciales competidores que lo espantan a dentelladas feroces, querría dedicarse a lo que realmente ama, a lo que aplicaría toda su pasión, a lo que le genera un entusiasmo delirante, pero el resultado de toda esa aplicación de energía juvenil y masculina no tiene quién pague un peso por él.

Un útero vale por mil cerebros porque gestando las mujeres logran una maravillosa sensación de trascendencia, de realización personal, de «servir para algo», que los varones envidiamos.

(Este es el Artículo Nº 1.875)

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