lunes, 22 de julio de 2013

El dinero vale menos que el amor




Los humanos estamos mejor dispuestos a sacrificarnos para conservar el amor que para enfrentar dificultades económicas.

Pensemos qué ocurriría en un país donde, debido a una baja de los precios internacionales de los productos que exporta, los gobernantes tuvieran que anunciar a la población que, a partir del lunes, verán disminuida su calidad de vida en un 10%.

Quizá estos gobernantes piensen seriamente en emigrar al planeta Marte.

La indignación colectiva se volvería contra ellos, intentarían matar al mensajero, los acusarían de no saber gobernar, el pueblo saldría a las calles a reclamar justicia distributiva, exoneración del sacrificio.

Pensemos ahora qué ocurriría en un país donde, debido a una inesperada invasión militar proveniente del país vecino, los gobernantes tuvieran que reclutar urgentemente a hombres y mujeres, entre 18 y 50 años, para enfrentar con sus cuerpos a las balas enemigas.

Si bien aparecerían los infaltables casos de deserción, también habría quienes intentarían falsificar sus datos personales para no quedar excluidos de la heroica convocatoria.

Por qué situaciones tan semejantes (disminución de la calidad de vida) provocarían reacciones tan opuestas.

Propongo pensar que nuestras mentes funcionan según modelos familiares, porque fueron estos los que nos desarrollaron y diseñaron los afectos, sentimientos, emociones.

Cuando los gobernantes plantean una política de austeridad por una merma en el valor de la producción exportada o cuando los padres ven disminuidos sus ingresos, los ciudadanos o hijos (respectivamente) interpretan que se produce un enfriamiento del amor recibido, consideran que el menoscabo económico en realidad es desamor.

Cuando los gobernantes piden ayuda al pueblo para salvar al país o los padres piden austeridad para ayudar a la familia perjudicada por algún factor externo (la enfermedad de un integrante, por ejemplo), se produce una convocatoria amorosa, se apela al involucramiento afectivo, al sentimiento de pertenencia, al amor colectivo.

(Este es el Artículo Nº 1.948)

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