jueves, 25 de julio de 2013

La abundancia atractiva o irritante



 
Cuando podemos beneficiarnos,  queremos la abundancia exagerada (para aprender o para curarnos), pero cuando sentimos envidia, rechazados la abundancia exagerada.

Algunos dicen que, para que un buen profesor enseñe un gramo tiene que saber un kilo, es decir, mil veces más.

¿Será cierto? No sé, depende:

— de la filosofía educativa;
— de las promesas publicitarias del centro de enseñanza donde ejerza ese buen profesor;
— de las expectativas de los alumnos y de las exigencias de quienes pagan la enseñanza de esos alumnos.

Claro que alguien puede preguntarse: ¿No será más importante que un buen profesor sepa enseñar lo poco o mucho que sabe?

No faltará el gracioso de nacimiento que diga: «Es preferible rico y sano que pobre y enfermo. », o, ajustándose mejor al caso: «Es preferible alguien que sepa mucho y enseñe bien a otro que sepa poco y enseñe mal».

Todo sería relativamente fácil si nos ciñéramos estrictamente a las ventajas o desventajas de un cierto instituto de enseñanza, pero ocurre que nuestras mentes no son tan estrictas y, cuando queremos acordar, está sacando conclusiones paralelas que sí tienen más trascendencia.

Por ejemplo, quienes pueden, —aunque no todos quienes quieren—, procuran consultar sus malestares a los médicos más encumbrados, aquellos que han escrito libros, que dirigen una cátedra, conferencistas que cobran fortunas por sesenta minutos de disertación ante colegas boquiabiertas por el asombro de tanta sabiduría.

Quizá cuando nos está faltando un gramo de salud busquemos a quien pueda brindarnos un kilo de medicina.

Sin embargo existe otro caso que es más polémico. Si sabemos que alguien gasta mil veces más que nosotros para vivir, ahí empezamos a sentirnos mal con tanta abundancia.

El tema parece explicarse pensando que cuando podemos beneficiarnos, (aprendiendo o curándonos), queremos la abundancia exagerada, pero cuando sentimos envidia, rechazados la abundancia exagerada.

(Este es el Artículo Nº 1.951)

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