sábado, 13 de julio de 2013

Relación de las mujeres con el deseo



 
Cuando alguien posee poder de compra demuestra que tiene un deseo cuya satisfacción está autorizada por la sociedad.

Es habitual la existencia de locales donde hombres y mujeres, que no se conocen, se encuentran para bailar y donde los organizadores promocionan el acceso de mujeres permitiéndoles entrar gratis.

Mi madre no fue una feminista militante porque tuvo otras preocupaciones mayores, pero de haber contado con una existencia más fácil, seguramente habría organizado marchas, protestas y cualquier tipo de demostración opositora al machismo, al abuso, a la desconsideración de los derechos de la mujer.

Por estos motivos me crié oyendo críticas feroces a esas promociones en las que, ella consideraba, se aplicaba una discriminación positiva imperdonable: no cobrarle la entrada a los bailes a las mujeres.

Ya con catorce años intenté «explicarle» que la situación merecía una interpretación opuesta a la de ella. Le decía que en esas reuniones bailables convergían tres situaciones:

— Las mujeres que no pagaban;

— Los hombres que sí pagaban; y

— Los músicos de la orquesta que cobraban para asistir.

Si dejamos de lado los otros gastos del evento (alquiler, luz, limpieza, etc.), tenemos que los varones le pagan a la orquesta para que esta genere la música que les permita bailar con las mujeres que entraron gratis.

¿Cómo puedo explicar esto hoy día?

Como premisa debo decir que «quien desea paga para darle satisfacción a su propio deseo». Por lo tanto en esta reunión bailable los únicos que parecen esforzarse por satisfacer su propio deseo son los hombres pues son los únicos que pagan.

Como premisa debo decir que «quien satisface un deseo ajeno cobra por hacerlo». Por lo tanto en esta reunión bailable los únicos que parecen satisfacer deseos ajenos son los músicos pues son los únicos que cobran.

Las mujeres ¿no desean ni satisfacen?

(Este es el Artículo Nº 1.939)

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