martes, 27 de agosto de 2013

La infección lingüística



 
Quien diga públicamente que tener una vivienda propia es un derecho, predispone a una confrontación entre ciudadanos.

Hasta hace un siglo besar en la boca a un tuberculoso no era preocupante..., mejor dicho, era muy peligroso, igual que actualmente, sólo que a nadie se le ocurría pensar que esa enfermedad era contagiosa.

Actualmente es posible convivir y tener relaciones sexuales con una persona VIH positivo, o con quien tenga SIDA, siempre que se tomen algunas precauciones mínimas.

Así como en cada época corrimos riesgos que recién mucho tiempo después se supo que aquello fue la causa de una muerte prematura, podemos pensar que actualmente estamos haciendo lo mismo: algo estamos haciendo que nos traerá grave daño pero que, al no estar enterados, seguimos haciéndolo.

Por ejemplo, si nosotros expresamos sin que nadie nos corrija, que la vivienda propia es un derecho, estamos diciendo en realidad que esa persona está autorizada para cometer distintos actos que lo ayuden a recuperar un derecho del que no puede gozar por razones ajenas a su voluntad.

Con similar ligereza también decimos que todos tenemos derecho a la salud, a la alimentación, a la educación, a protegernos del frío, a ser padres y tener recursos materiales para atenderlos dignamente.

No es ingenua esta forma de expresarnos y quizá esté generando una presión social cuyas consecuencias percibiremos recién cuando colectivamente nos demos cuenta.

Es muy distinto, decir que nuestro sueño como pueblo es que algún día todos sean propietarios de alguna partecita del territorio que ocupamos, a decir que todos tenemos derecho a poseer esa parcela.

En este caso, quienes crean al pie de la letra que no ser propietarios de su vivienda los convierte en ciudadanos autorizados a exigir que se les suministre una vivienda, estaremos predisponiendo enojosamente a los no propietarios contra los propietarios.

(Este es el Artículo Nº 1.984)

No hay comentarios: