martes, 1 de octubre de 2013

El amor al cliente




Los desarrolladores de juegos casuales obtienen lucro económico y lucro afectivo porque venden exactamente lo que los usuarios disfrutan.

En un artículo anterior (1) comentaba con ustedes que una persona puede recibir grandes satisfacciones cuando encuentra la forma de complacer a sus seres queridos.

Decía ahí que esforzarse para disfrutar con la obtención de ciertos resultados es una manera de trabajar con fines de lucro, pero, lamentablemente, la palabra «lucro» está demonizada en amplios sectores de la población.

Si bien aceptamos complacidos que alguien disfrute ayudando a otros dándoles satisfacción a sus necesidades y deseos, nos parece mal que ese disfrute incluya el dinero.

Al placer de hacer el bien lo aprobamos efusivamente, pero el mismo placer, si está complementado por una cantidad de dinero, lo re-probamos efusivamente.

En el mencionado artículo me refería a una esposa que aplica su sensible inteligencia para descubrir qué necesita y desea cada uno de los integrantes de su familia, para luego dárselo, complacerlos y gratificarse con el logro.

A esta satisfacción la califiqué como «lucro afectivo», pues si los beneficiados por su esfuerzo no dieran muestras de valorar la sensibilidad inteligente y la satisfacción de sus deseos, ella no estaría motivada para aplicar su esfuerzo en tales sentidos.

Estas reflexiones surgen de pensar qué ocurre con el marketing.

Por ejemplo, desde hace quizá cinco años, muchas personas conocen y disfrutan de los «juegos casuales», es decir, aquellos que podemos acceder mediante Windows (solitario, buscaminas) o en Internet.

Son sencillos, gratuitos, divertidos y procuran que el jugador siempre triunfe, no compiten contra él sino que lo ayudan a mejorar sus logros.

Los desarrolladores de esos juegos se gratifican con lucro económico y lucro afectivo porque están atentos a qué prefieren los usuarios y venden exactamente lo que estos disfrutan, como aquella esposa enamorada.

 
(Este es el Artículo Nº 2.019)

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