jueves, 24 de octubre de 2013

La rentabilidad y el estrés


La rentabilidad de cualquier actividad es proporcional al estrés que genera su realización, pero la inversa no ocurre.

Es popular y conocida entre los economistas una fórmula según la cual la rentabilidad de las inversiones es directamente proporcional al riesgo, es decir, una inversión es más rentable cuanto mayor sean las probabilidades de sufrir una pérdida.

Claro que, como fórmula, es bastante imprecisa, pues también es cierto que cuanto mayor sean las probabilidades de perder, poco importa si la ganancia es enorme en tanto esté muy expuesta a ser perdida.

No sería extraño que un señor jubilado gane más dinero vendiendo caramelos que un banquero que hizo una gran inversión y lo perdió todo.

Por lo tanto, el intento de encontrar fórmulas confiables, que nos alivien la angustia de la incertidumbre, suele ser algo ilusorio.

De hecho, año tras año, se entregan rigurosamente los Premios Nobel a los más inteligentes economistas y, burlonamente, la pobreza, cuando no aumenta, en el mejor de los casos, se mantiene incambiada.

Pero tenemos que asumir que estos son los niveles de certeza que podemos esperar de las ciencias en general. Con excepción de la física y la química, el resto de las actividades premiadas (medicina, literatura, paz y economía), son de valoración muy subjetiva, discutible, relativa.

Este artículo tiene por objetivo proponer una fórmula diferente y que quizá podría darnos alguna orientación.

La fórmula dice que existe una estrecha vinculación cuantitativa entre el estrés y la rentabilidad de cualquier actividad.

En otras palabras: si una actividad es rentable, difícilmente sea tranquilizadora, pacífica, sin sobresaltos, sedante.

La inversa no tiene por qué ser cierta, es decir, si un trabajador se estresa, se preocupa, padece mucha ansiedad y angustia, no necesariamente obtiene una ganancia que lo compense.

Peor aún: el estrés, por sí solo, genera pérdidas.

(Este es el Artículo Nº 2.042)


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