jueves, 28 de noviembre de 2013

Relación entre vivienda propia y salud


En nuestro idioma están lingüísticamente asociados conceptos tan dispares como las enfermedades de mal pronóstico y la vivienda propia.

En otro artículo (1) les comentaba que, desde cierto punto de vista, las personas funcionamos con si fuéramos palabras cuya definición está compuesta por todas las opiniones que genera nuestra existencia.

Si esto fuera aceptable, como intenté demostrar en el mencionado texto, las palabras de nuestro idioma tienen una influencia especial en nuestra forma de ser, en nuestras creencias, en nuestras decisiones.

Claro que, así como en nuestra conciencia no está la idea de que somos palabras tampoco está la influencia que tienen las palabras en nuestra vida.

Todo lo que tiene que ver con el lenguaje funciona, según el presente punto de vista, a nivel inconsciente, esto es, funciona sin que lo sepamos, sin perjuicio de lo cual podemos elaborar hipótesis como estas cuya utilidad práctica también operará a nivel inconsciente.

Veamos el caso que justifica este preámbulo.

La palabra desahuciar (2) tiene los siguientes significados:

1 — Quitar a uno toda esperanza de conseguir lo que desea:
siento ser yo quien te desahucie de tus fantasías.

2 — Considerar el médico que un enfermo es incurable:
le desahuciaron sin atender a más pruebas.

3 — Despedir el dueño de un piso, local o finca a su inquilino mediante una acción legal:
lo van a desahuciar por falta de pago.

Como vemos, la palabra desahuciar tanto significa un mal pronóstico para nuestras expectativas en general y sobre la evolución de una enfermedad en particular, como ser expulsados a la calle de nuestra vivienda.

Con esta particularidad de nuestro idioma nos explicaríamos por qué es lógica la convicción según la cual quienes no poseen una vivienda propia se exponen a múltiples infortunios, pues la eventualidad de un desalojo está, lingüísticamente, asociada a la salud.



(Este es el Artículo Nº 2.077)


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