sábado, 7 de diciembre de 2013

Cuánto valgo y cuánto me aman


Las diferencias en el valor de los objetos nos angustian porque evocan nuestras dudas sobre cuánto valemos para los demás.

Imaginemos que una persona pregunta el precio de un cierto objeto. Cuando el vendedor responde la pregunta el interesado dice: «Es demasiado caro», a lo que el vendedor le responde: «¡Nadie lo vende más barato que yo!

Este simple diálogo no es tan simple porque, si no le agregamos más datos, nos quedamos sin saber cuál es la situación real.

Cuando un comprador dice que el objeto de su interés es demasiado caro, puede querer decir:

— Que el dinero del que dispone no es suficiente para pagarlo;

— Que ese mismo objeto puede conseguirse por menos dinero con otro proveedor;

— Que miente al decir que es demasiado caro solo para sacar verdad de mentira, es decir, para que el vendedor, que no esté muy seguro de que su oferta es realmente competitiva, haga una rebaja injusta, que lo perjudique y que beneficie al comprador que intenta engañarlo;

— Que el comprador nunca supo el valor de un objeto similar y que, pensando en voz alta, reconoce que no imaginaba que fuera tan costoso;

— Que, al existir varias calidades de ese mismo objeto, es lógico que algunos sean más costosos que otros, y que el comprador, al decir que este es demasiado caro, esté queriendo decir que prefiere comprar una opción más económica.

Si usted aún sigue leyendo, se merece saber que el análisis de estas diferentes alternativas es aburridor para casi todo el mundo y que dicho letargo intelectual es la causa de que tengamos tantas dificultades en el manejo del dinero.

Nos aburre porque nuestra mente rechaza estas alternativas que tanto nos recuerdan a nuestro principal motivo de angustia: ¿Cuánto valemos para los demás? ¿Nos aceptan (nos compran) o nos abandonan?

(Este es el Artículo Nº 2.086)


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