sábado, 1 de febrero de 2014

Sobre demonios interiores y consumismo

El dinero no es diabólico. Es para evitar los demonios interiores que tanta gente trabaja, ahorra y consume obsesivamente.

Hay quienes se empeñan en vivir sin dinero.

Consideran que este instrumento de canje, esta mercadería polivalente, esta especie de comodín que todos aceptan en cualquier intercambio, genera una especie de maleficio que nos hace perder la cabeza, nos esclaviza, corrompe, envilece.

Muchas personas piensan esto y no me animaría a decir que están equivocadas, pero sin embargo propondré otra explicación de por qué el dinero parece diabólico.

¿Alguna vez oyó hablar de los demonios interiores?

Son una representación fantástica de los remordimientos, de los recuerdos tristes, perturbadores, de las ideas persecutorias, de los impiadosos deseos de venganza. También son las ideas fijas, las preocupaciones, los celos incendiarios, los deseos prohibidos de incesto o los socialmente condenados de homosexualidad. Dichos demonios interiores también son el miedo a enloquecer, a contraer una enfermedad grave, terminal o invalidante; se incluyen los miedos a ser abandonados por un ser querido, a caer en la ruina económica, a  cometer una locura (tirarnos por una ventana, embestir a un peatón, matar a un niño).

Ahora volvamos al deseo de eliminar el dinero porque parece diabólico.

Antes del dinero está el tiempo trabajado. El dinero es trabajo: no es otra cosa. Tiempo ocupado en producir.

Como ya habrá adivinado, mi hipótesis consiste en pensar que los demonios interiores se desatan, atacan y molestan cuando no estamos entretenidos, ocupados, atentos a alguna tarea. Es el aburrimiento lo que habilita la esclavitud a los horrores diabólicos, no el dinero.

Mientras estamos ocupados (produciendo dinero), los demonios no molestan. Por este motivo muchas personas no quieren tomarse vacaciones: temen enloquecer.

El consumismo y la avaricia no son enfermedades en sí mismas, son un recurso utilizado por quienes no se animan a estar solos consigo mismos. Quienes conviven pacíficamente con sus pensamientos, pueden ser haraganes, ascetas, ermitaños, austeros, sobrios, frugales, nunca ahorrativos, nunca avaros ni consumistas.

(Este es el Artículo Nº 2.111)


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