jueves, 13 de marzo de 2014

La Iglesia Católica es un sindicato


La prédica a favor de la pobreza que realiza la Iglesia Católica favorece directamente a los empleadores, en tanto cuentan con trabajadores cuyas aspiraciones salariales son más moderadas.

En una sociedad capitalista tenemos sindicatos que unen a los obreros para negociar más equilibradamente con los empresarios y tenemos sindicatos religiosos que, sutilmente pagados por los empresarios, se vinculan con los obreros para convencerlos de que ser ricos va contra los deseos de Dios.

Despectivamente, los sindicatos obreros más combativos y comprometidos con los intereses de la clase trabajadora llaman sindicatos amarillos a los que, clandestinamente, dicen identificarse con los intereses de los trabajadores pero que, en realidad, hacen lo mismo que las religiones, es decir, refuerzan aun más el poder negociador de los empresarios.

El sindicato cristiano católico aplaude y glorifica el dolor provocado por la pobreza. También les dice a los ricos que deseen ganarse el cielo, que una limosna sin dolor carece de la dimensión penitencial que debería tener. Una limosna con lo que sobra no acumula puntos celestiales. Este mensaje de dolor a los ricos que podrían colaboran con los pobres parece más bien un consejo para que no colaboren.

Esta comparación que hago con los sindicatos amarillos (también llamados verticales), está alentada por mi desconfianza en las reales intenciones de los líderes católicos y de los líderes de los sindicatos amarillos.

Mi desconfianza llega al punto de suponer que la obscena riqueza que tiene la Iglesia Católica no pudo haberse formado con las limosnas de los pobres sino con donaciones faraónicas de los ricos, quienes de alguna manera retribuyen la ayuda que, desde los púlpitos, reciben de los sacerdotes cuando con los sermones desestimulan la lucha por mejores salarios.

En los hechos todo sigue igual y esto nos da la pauta de que la sociedad goza de buena salud. Los ricos empresarios, los pobres trabajadores, los sindicatos obreros y los sindicatos religiosos y amarillos de los empresarios, forman un conjunto dinámico de actores que mantiene a nuestra sociedad capitalista con una salud razonable.

En suma: nada tiene por qué cambiar si todos, de una u otra manera, están conformes. En todo caso este artículo sería una simple descripción sobre cómo acontecen algunos hechos que no suelen explicitarse.

(Este es el Artículo Nº 2.149)


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