martes, 15 de abril de 2014

Cómo vender nuestro trabajo



 
En el antiguo trueque, en las actuales ventas y búsquedas de empleo, hay datos que deben responder fielmente a la verdad y otros que, si bien enriquecen la propuesta de lo que tenemos para ofrecer, no necesariamente necesitan tener tanta veracidad como los datos, aunque obligatoriamente deben ser verosímiles.

Seguramente esto que les voy a decir ya fue dicho en algunos de los miles de libros que se han escrito sobre cómo vender nuestra trabajo.

Si bien nunca escribo algo que ya haya sido dicho por otros, en este caso confieso que no sé si mi aporte será original o no porque, como dije, son varios miles los libros que se han escrito sobre el tema.

Una primera cosa a tener en cuenta es que para que alguien no contrate tenemos que ofrecerle algo que necesita igual o más que el dinero que habrá de pagarnos. Nunca menos.

Lo digo de otra forma: un empleado es alguien que permuta un servicio por dinero. No es otra cosa que una permuta tradicional, como quien canjea una cabra por un par de zapatos. Este animal y este calzado son necesarios para quienes aun no los tienen y si la cabra vale tanto como los zapatos, entonces es casi seguro que serán objeto de permuta.

Siguiendo esta línea, el trabajo ofrecido debe ser necesario para el empleador y el valor de ese trabajo debe ser el adecuado. Más concretamente: si en la permuta la cabra vale lo mismo que los zapatos, el trabajo vale lo mismo que el salario pactado.

Cuando los participantes del trueque se encuentran en el mercado, ambos tratan de realzar el valor de lo que entregan y de quitar valor a lo que reciben. El dueño de la cabra hablará de la salud, de la cantidad de leche que produce por día, de la fortaleza corporal para tener muchos cabritos y, simultáneamente, no se mostrará muy entusiasmado por tener los zapatos, aunque interiormente arda de deseos de tenerlos.

Por su parte, el dueño de los zapatos mirará a la cabra con desprecio, envolverá sus zapatos en celofán, con una moña de raso vistosa y los abrazará para demostrar que será muy difícil que él se desprenda de tan valioso calzado.

Como se ve, todo un teatro en el que ambos saben que están exagerando y, por lo tanto, ambos saben que se están mintiendo, pero ninguno se enoja porque esas son las reglas de juego.

Pues bien, son esas mentiras que no provocan enojo las que nunca deben faltar en la oferta de nuestro trabajo y en la negociación de nuestro salario.

 (Este es el Artículo Nº 2.179)

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