domingo, 13 de abril de 2014

La prohibición del incesto y Dios


Tener que aceptar la infundamentada prohibición del incesto y la indemostrable creencia en Dios, hace que nuestro cerebro sea considerado un órgano defectuoso, en el que no podemos confiar. Esto explica por qué tantas personas son pobres porque no tienen capacidad para ganarse la vida.

Somos educados para ser pobres y esa educación quizá sea de las más efectivas, porque nos llegó por el lado del autoritarismo.

Cuando un niño pregunta por qué no puede tocar a la hermana y dónde está Dios, se le dan respuestas descabelladas, insólitas, y fundamentalmente erróneas.

En esos temas tan importantes como son la sexualidad y la noción de cómo es la realidad en la que tenemos que actuar, recibimos órdenes injustificadas o explicaciones indemostrables.

Esto nos sume en el primitivismo, en la obediencia de esclavo. Nos imponen ideas, que a todas luces son arbitrarias y seguidamente se nos amenaza con severos castigos, ya sea si transgredimos la prohibición o si desconocemos a Dios.

Es una educación humillante en la que se nos confirma que nuestro intelecto, nuestro cerebro, funcionan mal.

Para cualquiera es normal que si el cerebro falló una vez, por ejemplo, en no entender por qué una niña no puede tener hijos con el hombre que más ama pues, casualmente, es el padre y luego falla otra vez porque no logra entender qué es eso de Dios, quien nos mira sin que podamos verlo, quien nos oye sin que podamos oírlo y otras asimetrías por el estilo, si el cerebro nos falla en dos ocasiones tan importantes, es normal que dejemos de creer en nuestras ideas, en nuestras opiniones, en nuestras decisiones, en nuestros sentimientos, en nuestras percepciones sensoriales.

La inseguridad que nos provocan estas dos arbitrariedades impuestas por la fuerza, nos predispone a no ser capaces de ganarnos la vida, a no ser capaces de ofrecer nuestro trabajo, a no animarnos a negociar un salario, a no saber buscar con quien formar una familia, a temer que nuestros consejos perjudiquen a nuestros hijos.

En suma: estas dos groseras irregularidades vigentes en nuestra cultura (prohibición del incesto y Dios), forzosamente generan civilizados particularmente inseguros, emocionalmente inmaduros e intelectualmente subdesarrollados.

(Este es el Artículo Nº 2.177)


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